Iluminar un rincón del mundo

Durante los 26 años que llevo practicando y estudiando el zen mi vida se ha transformado de manera maravillosa y es precisamente esta posibilidad de cambio lo que quise compartir con otros desde el momento en que tomé la decisión de crear un centro de práctica. Debido a que a pesar de mis propias dificultades he continuado en la Vía del zen durante todos estos años, mi práctica ha podido madurar y he comprendido que lo que nos mantiene alejados de la auténtica práctica y perpetuando la insatisfacción, es precisamente la búsqueda de provecho personal. Zazén no puede ser practicado con ánimo de lucro. Mientras no cambiemos la motivación para sentarnos, seguiremos alejados de “la puerta dhármica de paz y felicidad, la práctica-realización de un despertar perfecto e insuperable”, como llamó el maestro Dōgen a zazén.

Entre las experiencias más poderosas que he tenido el privilegio de realizar en el zen y que han sido profundamente transformadoras en mi vida, son los períodos de entrenamiento formal de tres meses (Ango). Ango significa literalmente “morar en paz.” Durante los 90 días de confinamiento, los monjes deben olvidar sus puntos de vista personales sobre lo que debería ser o no ser la práctica y dedicarse a cumplir sus funciones con presencia plena, sabiendo que cada acto afecta a toda la comunidad. Ya no se practica para beneficio personal sino para contribuir con sus actividades al ritmo armónico de la comunidad. Todos practican como un solo organismo en lugar de cada uno por su lado.

Algunas personas creen que con sentarse en silencio frente a un muro en la postura de piernas cruzadas es suficiente y que no necesitan ni estudio ni enseñanzas y creen que con alquilar un cojín en un Zendo basta. Pero si sentarse fuera suficiente, todos los sapos serían iluminados. El maestro Dōgen dice: “Es importante recibir instrucción de un maestro mientras se practica el Dharma de Buda. Nunca usen sus propias ideas como fundamento.” Es gracias a las enseñanzas del Buddha y de los maestros que podemos modificar los viejos hábitos y tener la actitud justa durante zazén: soltar todo lo que aparece en la mente y confiar todo a la postura de zazén. Dōgen dijo, “Aun no has alcanzado la Vía, porque todavía te aferras a tus opiniones personales.” Nuestras propias ideas y aferrarnos a ellas es lo único que nos separa de la realización.”

Comprendo que para muchas personas es difícil asistir a zazén con regularidad. Los horarios, el tráfico, el clima, los compromisos laborales o familiares, etc. Pero es importante entender que las limitaciones no deben ser un impedimento. Personalmente creo que en la vida los problemas son el verdadero abono para crecer como seres humanos. En lugar de verlos como obstáculos insalvables podemos apoyarnos en ellos para dar el salto y avanzar. Es precisamente tras comprender nuestra condición de seres impermanentes viviendo en la ignorancia que podemos “hacer surgir en nosotros la mente que aspira al despertar” (Hotsu Bodaishin), la motivación fundamental sin la cual no es posible practicar la vía. Comprendo que es fácil recaer en los viejos hábitos del ego y me siento motivado para buscar los recursos que ayuden a los practicantes a continuar a pesar de las dificultades, a seguir y dar el salto de una práctica egoísta a la actualización de la mente de Buda.

Cuando el maestro Dōgen regreso de China en 1227 hizo el voto de propagar el Dharma y liberar a los seres. Su ejemplo me ha motivado a crear las condiciones para que otras personas puedan encontrar en el zen un camino de liberación del sufrimiento, ofreciendo una práctica tradicional y la continuación de una enseñanza de corazón a corazón a través del linaje que Dōgen transmitió en Japón y que recibí de mi maestro, Okumura Rōshi.

Además de zazén, existen muchas otras maneras para contribuir al desarrollo de la misión. Con la ayuda de todos podremos crear un faro desde donde, con la luz del Dharma, ofrezcamos una posibilidad concreta para modificar la manera como nos relacionamos con la vida. Transformar la sociedad desde nuestra propia transformación. En el camino del Bodhisattva están contempladas las paramitas o sabidurías, como herramientas para ayudar a otros a alcanzar la paz y la felicidad en medio del caos y florecer como Lotos con las raíces enterradas en el lodo del mundo. Paramita significa literalmente “hacia la otra orilla,” la orilla del nirvana. El budismo contempla diez:



1. Dāna: generosidad

2. Sīla: virtud, moralidad, honestidad, conducta apropiada

3. Nekkhamma: renuncia

4. Prajñā: sabiduría

5. Viriya: energía, esfuerzo

6. Kshanti: paciencia, tolerancia, receptividad

7. Sacca: sinceridad

8. Adhitthana: determinación, resolución

9. Mettā: bondad, amabilidad

10. Upekkhā: ecuanimidad, serenidad


Lo(a)s invito a reflexionar sobre estas herramientas y a que piensen en cómo cada uno(a) puede aportar de manera creativa y de acuerdo a sus propias posibilidades y recursos para el desarrollo de nuestra misión. Si logramos iluminar un pequeño rincón como nuestro zendo, iluminaremos el mundo entero.

Linaje y transmisión

En la tradición de la escuela Sōtō fundada en Japón por el maestro Dōgen, pertenecer a un linaje significa haber recibido la transmisión del Dharma. Es decir, haber pasado por todo el proceso de un monje hasta ser certificado por su maestro con lo cual está capacitado para enseñar. En primer lugar, el aspirante debe recibir la ordenación formal (shukke tokudo), lo cual incluye, recibir los preceptos, el Kesa (hábito de Buda; sólo el color negro es permitido), el kechimyaku (certificado de línea de sangre que lo une al buda a través de los ancestros), los cuencos (Oryoki), el nombre en el dharma (Hōmyō), y que se le corte el shura (último mechón de pelo); todo esto es realizado por un maestro certificado y autorizado para hacerlo. Luego, la ordenación es inscrita en la escuela Sōtō mediante un formulario y acompañado de la foto del maestro cortando el shura como garantía de la ceremonia. A partir de este momento, el estudiante es considerado un novicio (unsui) y discípulo (deshi) del maestro de quien recibió la ordenación. Luego de algún tiempo de estudio y práctica, el novicio debe realizar la ceremonia de Hossenshiki [Combate en el Dharma], en la cual el monje es interrogado sobre su comprensión del Dharma por otros monjes de la Comunidad (Sangha) con varios maestros como testigos. Con esto el discípulo accede al nivel de shusso (primer discípulo) o zagen (primer asiento), que lo convierte en líder de los monjes. El siguiente paso es recibir la transmisión del Dharma que se realiza durante varios días y finaliza con una ceremonia privada con su maestro. Durante esta ceremonia, el aspirante recibe la transmisión de los preceptos (Denkai) que lo autoriza a otorgar preceptos a otros y la transmisión del Dharma misma (Denpo o Shiho) que lo certifica para enseñar formalmente. Sólo entonces, se recibe la autorización para cambiar el hábito de color negro por el de color marrón (ten-e). Para que la transmisión del dharma quede confirmada se debe realizar la ceremonia Zuise, que es rendir homenaje a los fundadores de la escuela Dōgen Zenji y Keizan Zenji y “ocupar la posición de abad por un día” en los templos principales de la escuela, Eiheiji y Sojiji. Con esto se recibe el grado de sacerdote (osho y niosho para mujeres) que lo faculta para oficiar ceremonias y enseñar. No obstante, para poder ordenar a otros monjes es necesario haber realizado un mínimo de tiempo de entrenamiento formal en un monasterio autorizado (Senmon Sōdō) y recibir el grado de Nittokyoshi (sacerdote de segundo nivel). Todos estos pasos en la vida de un sacerdote budista zen son firmados por el maestro y consignados en el “Registro de Sacerdotes” en la oficina de la escuela Sōtō en Japón. A pesar de que en ocasiones se ha querido presentar el zen como una técnica de superación, una filosofía o un sistema de vida, se trata de la esencia de la enseñanza budista y como tal no se puede desvincular de lo que el Buda mismo transmitió. Hoy día se pretende ser monje o maestro sin haber pasado por este proceso y con esto, se está desvirtuando la transmisión. Mientras no se haya recibido la transmisión del Dharma no se puede decir que uno pertenece a un linaje específico o que se pertenece a la escuela Sōtō ni enseñar oficialmente de acuerdo con las regulaciones para monjes de la misma.