Palabras de reflexión para el año nuevo

A través del esfuerzo, la diligencia, la disciplina y el autocontrol, que el hombre sabio haga de sí mismo una isla que ninguna inundación pueda anegar.

Dhammapada II.25



La antigua sabiduría china del “Libro de los Cambios” nos enseña que en la naturaleza siempre hay ciclos que debemos observar para saber cómo actuar. Hay tiempos de espera, tiempos de siembra y tiempos de cosecha. 2010 llega a su fin y es momento para reflexionar sobre lo que hicimos. Cuáles de nuestros propósitos de comienzo de año cumplimos y cuáles dejamos de realizar. Con respecto a nuestra práctica, vale la pena recapacitar sobre qué tanta energía utilizamos durante este año para transformar las tendencias de nuestra mente que dan origen al sufrimiento. Qué tanta de la insatisfacción que experimentábamos en nuestra vida sigue igual. A final de año, el impulso para practicar es reemplazado por el “regreso al hogar”, enmarcado por la actividad social, los compromisos familiares y las fiestas. Es una gran oportunidad para revisar en qué medida seguimos alimentando las semillas de nuestras tendencias kármicas y cuánto hemos modificado nuestro comportamiento con respecto a la generación del sufrimiento en nosotros y en los demás.


En el budismo se dice que nacer como ser humano es una oportunidad muy afortunada, pero que lo es aún más, entrar en contacto con la enseñanza del Buda. Hemos tenido la extraordinaria posibilidad de conocer un camino que nos permite comprender y modificar las causas de nuestra insatisfacción y construir la vida que queremos.


Practicar el camino del buddha es sólo posible dando un uso consciente y coherente a la propia fuerza vital. Emplear parte de la energía que utilizamos en la búsqueda de reconocimiento social, riqueza, estatus, autosatisfacción, o la que desperdiciamos en la inercia de nuestros hábitos, e invertirla en dirigir nuestra vida hacia el despertar a la realidad. Impregnar nuestro ser con la certeza de que la insatisfacción es producto de la ignorancia, que todo es impermanente, que no hay una existencia substancial inmutable y que es posible encontrar la paz y la felicidad en esta misma vida. Nuestra práctica de zazén, es precisamente la actualización de ese despertar a estos cuatro sellos de la existencia (shihoin). Pero para que la práctica se pueda llevar a cabo se necesitan dos condiciones. Una profunda fe y un esfuerzo sostenido. En el zen la fe no está puesta en algo fuera de cada uno, sino precisamente en la convicción de que la postura misma es expresión de la totalidad de la vida, libre de los velos de la ignorancia. Por su parte, el esfuerzo es Virya, la renovación constante de la energía para sobreponernos a nuestros hábitos y llevar a cabo la práctica por encima de la comodidad y la pereza.


El maestro Dōgen dice que para practicar la Vía es indispensable producir la mente que busca el despertar, Boddhicitta. Debemos incorporar en nosotros algo más que una simple comprensión intelectual. De acuerdo con el budismo Boddhicitta tiene dos aspectos, uno absoluto que es despertar a la universalidad de la vacuidad (sabiduría) y el otro relativo que tiene ver con el interés hacia los otros seres y el deseo de ayudarlos a liberarse del sufrimiento (compasión). El maestro Okumura en su libro Realizando Genjōkōan, dice: “debemos tratar de manifestar con nuestro cuerpo y mente una práctica individual que es a la vez práctica para la comunidad. Debemos decirnos, “Esta es mi propia práctica, nadie puede hacerla por mi”; pero también debemos decir, “Esta práctica en realidad no es sólo para mí sino para toda la comunidad.” Debemos descubrir cómo podemos servir mejor a la comunidad y sin embargo, debemos hacerlo a través de nuestro actuar personal y de nuestra propia responsabilidad. Somos del todo independientes pero al mismo tiempo somos completamente parte de la comunidad.”


Con el año nuevo, llega la fatiga y el deseo de cambio y es una gran oportunidad para renovar nuestros votos de practicar. Cuando a través de nuestra práctica observamos las tendencias de nuestra mente, comprendemos que no sólo hay en nosotros tendencias nocivas que producen sufrimiento, sino que también hay tendencias sanas como la tolerancia, el respeto, la benevolencia, la generosidad, etc. que producen consecuencias benéficas. Depende de nosotros qué semillas kármicas de nuestro pasado regamos y alimentamos y decidir cuáles frutos deseamos cosechar. Pero, no es posible continuar practicando sólo con el impulso inicial que nos llevó a buscar la vía. La práctica sólo es posible si renovamos nuestro entusiasmo. La palabra entusiasmo tiene su origen en las raíces griegas “en” y “theos”, y significa “dios en nosotros”, es inspiración, estar imbuidos por la fuerza vital que da origen al mundo en cada momento. Si damos preponderancia a nuestras tendencias habituales, nos separamos de esta Totalidad. Si por el contrario, a través de nuestra práctica de simplemente estar sentados, shikantaza, dejamos de identificarnos con la aparente individualidad, podemos permitir que esta fuerza se manifieste a través de nosotros y en la vida cotidiana, participar de manera creativa en la producción de una realidad sana y liberadora del sufrimiento. ¿Qué tan dispuestos estamos a transformar nuestra realidad? ¿Qué tanta energía de nuestros viejos hábitos estamos dispuestos a invertir en nuestra práctica? ¿Hacia dónde queremos realmente dirigir nuestra existencia? El maestro Uchiyama dice, que lo que diferencia a un ser humano ordinario de un Bodhisattva es la motivación que tiene en su vida: “En lo ordinario la gente vive pensando sólo en sus propias circunstancias estrechas conectadas con sus deseos. En contraste, un bodhisattva a pesar de ser innegablemente un ser humano como todo el mundo, vive apuntando al bienestar de todos, como dirección de su propia vida.” Una dirección que debe ser revisada y renovada momento a momento, pues podemos caer en la “noción ilusoria” (klesha) de que ya lo hemos logrado y regresar una vez más en una vida de sufrimiento.


Denshō Quintero

8 de diciembre, iluminación del Buddha

En la tradición zen, el 8 de diciembre se celebra la iluminación del Buddha. Quisiera compartir con todos ustedes unas palabras de reflexión sobre lo que significa este despertar en nuestra vida.

“Cuando la estrella de madrugada finalmente apareció,

Buddha realizó la Vía.

En la nieve hay una sola rama de flores de ciruelo.

En la Gran Tierra, los seres sensibles junto con las hierbas y los árboles

Alcanzaron gozo como nunca antes de este momento.”

Dōgen Zenji Eihei Kōroku 5.360

Luego de su experiencia de iluminación, el Buda con profunda compasión decidió convertirse en maestro de “seres humanos y celestiales”. Gracias a su voto de compartir su experiencia para ayudar a liberarlos a todos del sufrimiento, sus enseñanzas se han transmitido por más de 2500 años y aunque se han desarrollado diversas escuelas a través de la historia, esto no es más que la expresión de Upaya (los medios hábiles) para ayudar a los seres a atravesar de la orilla del samsara a la del nirvana. El mismo maestro Dōgen luego de su regreso de China, expresó que él no había traído una escuela nueva, sino el dharma mismo de buddha en su expresión más pura y el que había recibido junto con el linaje de su maestro Tendo Nyojo (T'ien-t'ung Ju-ching). Dōgen dijo: “El gran maestro Shakyamuni correctamente transmitió el método maravilloso para realizar la vía. Los tathagatas de los tres tiempos también alcanzaron la Vía a través de zazén. Por esta razón, [zazén] ha sido transmitido de persona a persona como la verdadera puerta.”

En nuestra práctica de zazén soltamos todo lo que viene a la mente, incluyendo percepciones, pensamientos y sensaciones. Es decir, abandonamos nuestra manera habitual de ver la realidad y de relacionarnos con los fenómenos. Las formaciones mentales siguen apareciendo pero se extinguen por sí solas debido a que no nos identificamos con ellas. Ya no nos separan de la realidad presente, sino que forman parte del escenario, de la manifestación total de la existencia en la cual estamos incluidos también nosotros. Nos liberamos de nuestra ilusión de ser identidades fijas y fluimos momento a momento mientras incluimos todo lo que se presenta. Liberamos a las demás existencias de la separación que habíamos creado con nuestras opiniones. Nos sumergimos por completo en la vida presente y todo lo que aparece ante nosotros es Manifestación Total. Podemos aceptar sin condiciones, sin juicios, a cada fenómeno, a cada circunstancia presente, sin la habitual creencia de que si las circunstancias de nuestra vida fueran diferentes todo sería mejor. Es la comprensión absoluta de que todo lo que existe es ahora, incluyendo pasado y futuro. Despertamos a la realidad de interdependencia de todo en el Universo y comprendemos cómo cada cosa que hacemos, pensamos y decimos afecta a los demás seres. Esto es lo que el maestro Dōgen llama Jijuyu zanmai, la práctica del ser en samadhi (recogimiento), recibiendo y aceptando su función.

No hay separación entre nuestro zazén y el despertar de Buddha. Okumura Rōshi dice: “Sin práctica, aquí y ahora, las enseñanzas del Buddha no significan nada. En este sentido, nuestra práctica manifiesta buddha. Debido a nuestra práctica, Buddha revela su vida eterna aquí y ahora.” Es así, como en cada momento que practicamos, actualizamos el despertar en el cual, como el mismo Buddha lo declaró en el momento de su iluminación: “He alcanzado la vía simultáneamente con el mundo entero y todos los seres sensibles. Todo – las montañas, los ríos, los árboles, el pasto – todo ha alcanzado la budeidad.

En nuestra práctica de zazén, debemos abandonar la búsqueda de lucro personal y confiar toda nuestra existencia presente a la postura. Expresar con todo nuestro ser, con cada célula de nuestro cuerpo la certeza de que “zazén es la realidad total de la vida”. Como lo expresó el maestro Dōgen: “Cuando uno expone el mudra (sello) de Buddha con todo el cuerpo y la mente, sentado en esta concentración aunque sea por un corto tiempo, todo en el completo mundo del dharma se convierte en el mudra de Buddha y todo el espacio en el Universo es iluminación total.

Nuestra práctica es nuestro aporte creativo, nuestra contribución concreta para transformar las raíces del sufrimiento y crear las condiciones de una vida sana y una sociedad compasiva, tolerante, inclusiva y respetuosa. Lo(a)s invito a continuar alimentando el fuego de nuestra sangha con su práctica y a iluminar el camino de nuestros hermanos desde el faro del templo Zen Mente Magnánima, Daishinji.

Fraternalmente en el Dharma.