Bueno, aquí están las tan esperadas fotos de la visita de Shotai Sensei a nuestro Dojo en Bogotá del 14 al 21 de Abril de 2008!!!
Noticias: Visita de Shotai de la Rosa Sensei
Estamos felices de recibir la visita de Shotai-sensei, heredera en el Dharma de Shohaku Okumura Roshi. Desde el 14 al 21 de abril, la superiora de la Comunidad Soto Zen de Colombia se encuentra visitando nuestro Dojo en Bogotá, hemos tenido una serie de actividades y hemos recibido enseñanzas de Shotai-sensei, concentradas principalmente en los preceptos del bodhisattva. Le damos la bienvenida y le agradecemos profundamente por su compañía y enseñanzas.
Aprovechando que algunos miembros de nuestra comunidad se están preparando para tomar los preceptos del bodhisattva, aquí pueden ver como es la Ceremonia de entrega y aceptación de los preceptos Budistas Jukai-e en 2006 Shogoji International Ango publicado por el usuario sotozenperu en el portal de videos YOUTUBE.
Rakusu Zen Parte 1
Rakusu Zen Parte 2
Aprovechando que algunos miembros de nuestra comunidad se están preparando para tomar los preceptos del bodhisattva, aquí pueden ver como es la Ceremonia de entrega y aceptación de los preceptos Budistas Jukai-e en 2006 Shogoji International Ango publicado por el usuario sotozenperu en el portal de videos YOUTUBE.
Rakusu Zen Parte 1
Rakusu Zen Parte 2
ZUKHA
"Zazen es el ser practicando el "sí mismo" por "sí mismo"
(Traducción de Okumura a:” jiko ga jiko o jiko suru y” de Kodo Sawaki)
“Lo mejor y más magnífico a lo que se puede llegar en esta vida es callarse y dejar actuar y hablar a Dios. Dejar a Dios ser Dios”
(Eckhart Tratados y Sermones)
“Ser: Nada: lo Mismo”
(Heidegger, “Seminar in Le Thor (1969)”, Vier Seminare, p. 99.)
“El verdadero hogar de usted está en la Nada; en el vacío de todo contenido”
(Nisargadatta I.A.T., p. 487; Y.s.e., p. 779)
Zen es budismo extremo sin dios ni texto ni religión, solo silencio
Zen es budismo con la serenidad como quietud interior sin ruido ni agitación.
Más allá de la práctica de la meditación, está la actitud. Un principiante debe aprender a cultivar la llamada "serenidad de un moribundo". “¿Qué es esta serenidad? Es la serenidad de conocer qué es importante y qué no lo es, de aceptar y perdonar. Alguien que haya estado junto a la cama de un moribundo comprenderá esta serenidad. ¿Qué haría el moribundo si alguien lo insultara? Nada. Cuando yace allí, ¿hará planes para hacerse famoso o rico? No. ¿Si alguien que antaño le hubiera ofendido le pidiera su perdón no se lo daría? Por supuesto que sí. Un moribundo conoce la falta de sentido de la enemistad. El odio es siempre un sentimiento lamentable. ¿Quién desea morir sintiendo odio en su corazón? Nadie. El moribundo busca amor y paz”.
“Hubo un tiempo en que el moribundo se permitía el lujo de albergar sentimientos de orgullo, codicia, lujuria y cólera, pero ahora tales sentimientos se han ido. Hubo un tiempo en que era condescendiente con sus malos hábitos, pero ahora se ha librado de ellos. No lleva nada. Ha dejado a un lado sus cargas. Está en paz”.
Enseñanzas Zen del Maestro Xu Yun Traducido por Shi Chuan Fa y Rev. Yin Zhi Shakya
Entenderé por Serenidad ese estado adquirido de plenitud subyacente a cada instante de la existencia y que perdura a lo largo de las vicisitudes que la constituyen, concepto correspondiente al samtosha del kriga yoga: satisfacción, habilidad para conformarse con lo que se tiene y con lo que no se tiene. Relacionado con Aparigraham, vocablo para no-aferrarse, abandonarse. Con dicha actitud serena o samtosha se obtiene el más alto nivel de felicidad (sukha). Descrita como aquella sensación profunda de serenidad y plenitud que emerge de la mente excepcional (mente sana)
El budismo postula que sukha está vinculado a la comprensión de la manera en que funciona nuestra mente y depende de nuestra forma de interpretar el mundo, pues si bien éste es difícil de cambiar, sí es posible transformar la manera de percibirlo.
Dicha actitud, nos dirá Heidegger, permite alumbrar la realidad desde su fuente supra-objetiva; no obstante es un modo de relación con y frente a la actualidad.
(...) una manera de pensar y de sentir, una manera, también de actuar y de conducirse que marca una relación de pertenencia y simultáneamente se presenta a sí misma como una Tarea. La definición que proporciona sobre dicha actitud Baudelaire de igual forma pone en juego un modo de relación que hay que establecer consigo mismo, es decir que ésta “no libera al hombre en su propio ser, si no que lo obliga a la tarea de elaborarse a sí mismo”.
Luego una actitud serena planteada de este modo, requiere para quien la practique, un análisis de sí mismo como ser históricamente determinado, no buscar algo ya dado, señalará Foucault; demanda pues, renunciar como punto de partida a la tendencia (extremadamente occidental) de buscar una única verdad aplicable a todas y cada una de las personas, de todo tiempo y lugar; es decir, renunciar al carácter universal. Toda actitud basada en este principio tiene un carácter creativo.
Todo aquello que en la vida, en la conciencia y en el acto consideramos como un objeto determinado, cobra su determinación y su imagen en esta la actitud que manifestamos: es nuestra actitud la que determina el objeto con su estructura, pero no al revés; sólo cuando nuestra actitud se vuelve caprichosa y fortuita, cuando nos apartamos de ella de principio con respecto a las cosas y al mundo, el determinismo del objeto se contrapone como algo ajeno y autónomo, empieza a desintegrarse y nosotros mismos caemos bajo el dominio de lo aleatorio.
La Gelassenheit es la palabra que utiliza en alemán Heidegger para la noción de serenidad, al traducir la palabra en clave heideggeriana se lee: es la actitud de “dejar ser” (seinlassen), el “dejar ser al Ser”, el “desasimiento”. Heidegger utiliza la Gelassenheit de Eckhart ( el místico occidental alemán en el que Oriente más íntimamente se ha reconocido. Intelectuales como Coomaraswamy, uno de los defensores de la cultura India aludía a los sermones de Eckhart como las UpaniSads de Europa; D. T. Suzuki lo comparaba con el Budismo Jodo Shinshu sosteniedo una explícita afinidad del pensamiento eckhartiano con el pensamiento zen; S. Radhakrishnan lo cita asiduamente en las anotaciones a su traducción de las UpaniSads) Dicha noción de serenidad en la palabra alemana tiene su genealogía en el verbo lassen (dejar, ceder, soltar) y en el prefijo Ge- que acompañando a ciertos sustantivos significa: “junto con”.
Heidegger se preguntaba por la actitud que habríamos de adoptar ante el actual poderío de la técnica “poderío que ha hecho prevalecer la lógica calculadora y ha convertido la falta de pensamiento” (de pensamiento meditativo) en “un huésped inquietante del mundo de hoy”. Es evidente, afirma, que no tiene sentido arremeter sin más contra el mundo técnico; pero, a su vez, nos hallamos ante el peligro de caer en una total servidumbre con relación a él. Ahora bien, este aparente dilema puede ser superado; así, cabe hacer uso de los objetos técnicos y de la lógica calculadora que los posibilita y, a su vez, mantenernos interiormente libres con relación a ellos, dejarlos descansar en sí mismos como algo que usamos pero que no nos concierne esencialmente. Actitud que nace de aprender a mirar en nuestro interior pero también de aprender a mirarnos un poco menos a nosotros mismos dirá Mathieu Ricard quien recuerda la sentencia de Chuang tzu “Los peces se olvidan de si mismos en el agua, los hombres deberían de olvidarse de si mismos en el tao”.
“No tememos a la muerte, ni al sufrimiento, ni a la vejez o a la enfermedad. Disfrutamos de todos los aspectos de la vida como un despliegue de la gran mente y no nos interesa sentir ninguna alegría excesiva. De modo que conservamos una serenidad imperturbable, la cual es la serenidad imperturbable de la gran mente, que es la que se necesita para practicar zazen”. Shunryu Suzuki (Mente zen, mente de principiante)
Heidegger estará cerca en su descripción de la serenidad aunque sólo sea por la ausencia de ambigüedades terminológicas e interpretativas al respecto del planteamiento del budismo zen, el taoísmo, o el vedanta, para los que la voluntad como tal no es, en ningún caso, el marco desde el que pueda comprenderse el sentido profundo de este “dejar ser” lo que es. Actitud que dice “sí” y “no” a la vez y nos mantiene abiertos al sentido oculto del mundo técnico, pues no “hace” algo con relación a él sino que simplemente “lo deja ser”, es “serenidad”, “desasimiento” (Abgeschiedenheit), “ecuanimidad de ánimo ante las cosas”, “apertura al misterio” (die Offenheit für das Geheimnis), o “dejar ser al Ser”; a lo que podremos leer en Schopenhauer “el hombre que está penetrado de la idea de la dejación absoluta, cualquiera que fuere su desnudez, por privado que esté exteriormente de toda alegría y de todo bien, gusta, sin embargo, de pleno regocijo y goza de un sosiego verdaderamente celestial (…) Lo que siente es una paz inquebrantable, un sosiego profundo, una íntima serenidad, un estado que no podemos imaginar sin aspirar a él con ardor, porque nos parece el único justo, infinitamente superior a cualquier otro; un estado al que nos convidan y llaman lo mejor que hay en nosotros y esa voz interior que nos grita: Sapere aude. Entonces comprendemos bien que todo deseo cumplido, toda dicha arrancada a la miseria del mundo, son como la limosna que sostiene hoy al mendigo para que mañana se muera de hambre, al paso que la resignación es como una tierra recibida por herencia, que pone para siempre al abrigo de los cuidados al feliz poseedor."
En este hombre, que ha dejado de querer la vida, se torna una débil apariencia semejante a un sueño matinal y acaba por difuminarse como éste mediante una inadvertida transición, “La voluntad se aquieta, extinguiéndose al punto de sólo conservar la mínima indispensable para mantener la propia vida y existir como un espejo del mundo que nada enturbia".Al paso que la aceptación es “la herencia inesperada”, pone para siempre a resguardo al feliz poseedor de esa actitud serena.
“Treinta radios convergen en el centro de una rueda, / pero es el vacío el que la hace útil al carro/. Se trabaja la arcilla para hacer vasijas, / pero es su vacío del que depende su uso. / Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, / pero es el vacío lo que permite habitarla. / El Ser da posibilidades, / pero es el No-ser lo que permite utilizarlas”
Este tipo de expresiones nos aproximan al significado del término Gelassenheit; y todas ellas nos hablan de un “entre”: se muestra como nada, como vacuidad, para nuestra mente dual y objetivante. Un sostenimiento entre el sí y el no, la serenidad no es decir “sí” ni decir “no”, sino un decir “sí” y “no” a la vez. Decir “sí” y “no” a la vez es contradecir la lógica de la voluntad individual que es siempre dual: dice “sí”, o bien, dice “no”. La voluntad que quiere o aferra dice “sí”; la voluntad que no quiere o no apropia dice “no”. Pero la voluntad individual no puede entender qué sea un decir “sí” y “no” a la vez. Esta paradoja es análoga a aquella con la que el Maestro Eckhart instaba a “no querer”, y a su vez, a “no querer no querer”.
“La Gelassenheit no tiene su origen, pues, en la voluntad humana” -nos dirá Heidegger- “obra desde otra parte”:
P: ¿Por qué nosotros no podemos desde nosotros mismos despertar en nosotros la Serenidad?
I: La Serenidad es, por tanto, puesta en obra desde otra parte.
P: No puesta en obra sino otorgada (zugelassen).
E: Aunque todavía no sé lo que quiere decir la palabra Serenidad, vislumbro de modo aproximado que la Serenidad se despierta cuando a nuestro ser le es otorgado el comprometerse (einzulassen) con lo que no es un querer.
I: Habla usted sin cesar de un dejar, lo que suscita la impresión de que con ello se refiere a algún tipo de pasividad. Con todo, creo entender que no se trata en modo alguno de un inerme dejar ir las cosas a la deriva.
E: Tal vez se oculte en la Serenidad un obrar más alto que en todas las gestas del mundo y en las maquinaciones de los hombres...
P: ... un obrar más alto, que no es sin embargo, ninguna actividad.
I: Por consiguiente, la Serenidad yace (liegt) -suponiendo que aquí se pueda hablar de yacer- más allá de la diferenciación entre actividad y pasividad...
E: Porque la Serenidad no pertenece al dominio de la voluntad (weil die Gelassenheit nicht in den Bereich des Willens gehört)
“Esta [actitud] no la puede aprender el ser humano mediante la huida, es decir, que exteriormente huya de las cosas y vaya al desierto; al contrario, él debe aprender [a tener] un desierto interior [el de la vivencia inobjetiva de Sí] dondequiera y con
Quien quiera que esté” Eckhart.
La Gelassenheit no pertenece al dominio de la voluntad: no es un mero querer ni un mero no-querer y no es un hacer ni un no-hacer. Cuando las distintas tradiciones no-duales hablan, en ocasiones, de un “no querer”, e incluimos aquí el pensamiento zen, hablan de hecho, de esta actitud no relativa a la voluntad; si bien, la propia limitación del lenguaje puede dar pie a que estas expresiones se interpreten inadecuadamente, como si aludieran a una mera no-volición o a una volición negativa. Para estas enseñanzas, este “no querer” trasciende la dualidad querer-no querer; es una tercera instancia –no-dual- con relación a los términos de dicha alternativa y, por lo mismo, no los excluye. No es un sí ni un no; pero tampoco es la mera negación de ambos: es la libertad respecto al sí y al no y, a su vez, es tanto un sí como un no; pues el sí y el no, desde esta tercera instancia, dejan de ser excluyentes. Este no-querer así entendido trasciende la dualidad actividad-pasividad; o más bien, es una pasividad que constituye la forma más alta de actividad: esa que al igual que zazen es moshutoku (practica sin provecho) zanzen. La Serenidad reposa (liegt), se deja ser aceptando que aquí se pueda hablar de reposar más allá de la diferenciación entre actividad y pasividad, ya que tal vez se oculte en la Serenidad un obrar más alto que en todas las hazañas, como ya apuntamos con Eckhart.
“Yo no necesito de coraje. Yo vivo de coraje. El coraje es mi esencia, lo cual es amor a la vida. Estoy liberado de recuerdos y anticipaciones, sin preocuparme de lo que soy y de lo que no soy. No soy adicto a auto-descripciones: Aham brahmAsmi (“Yo soy lo Supremo”); no me sirven de nada, porque tengo el coraje de ser nada y de ver el mundo como es: nada. Suena simple, ¡pero inténtelo! Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y lluvias de la vida y tendrá una oportunidad”. Nisargadatta
Serenidad de una mente magnánima, Dirá Okumura a aquella que está en el acto al abrir la mano del pensamiento y abstenerse de discriminar y comparar, no es una actitud moral ya que no nos movemos en el nivel de la voluntad: de lo bueno y de lo malo, de lo adecuado o inadecuado, ajena a todo tipo de tonalidades morales/sentimentales, sino la única actitud acorde a la naturaleza del yo y de las cosas: a su ser nada en sí mismos. Ecuanimidad que no es obrar humano, porque un supuesto obrar meramente humano es, igualmente, una falacia, otra imposibilidad metafísica. El yo individual no puede aferrarse a nada porque, en sí mismo, el yo individual es nada, en budismo en general se insiste en lo que se considera la característica fundamental del universo: paticcasamuppada o surgir-inter-dependiente, el hecho de que la realidad es una red sin límites de interrelaciones cuyos nudos momentáneos dan lugar a las cosas de la experiencia, que es pura relación sin substancialidad o en la que nada es en sí, busca dejar al hombre sin nada a lo que poderse aferrar, y el yo que busca poseer y poseerse a sí mismo no es más substancial que las cosas: es anatta (no yo). Ni hay un yo que pueda aferrarse a sí mismo ni nada que aferrar. La apertura del hombre a dicha serenidad y la apertura de la realidad al hombre en la Serenidad es una cuestión estrictamente funcional: acontece en el mismo proceso por el que el hombre se reduce progresivamente a lo que es abandonando lo que cree ser; un proceso que es el mismo proceso por el que el Ser retorna a sí desde el “olvido” de sí. Son hechos estrictamente metafísicos: deriva de “lo que es” y, por lo mismo, deja ser “lo que es”.Permiten lo que en cualquier caso ya es: el obrar del Ser que des-vela la realidad en el hombre y el participar del hombre en esta acción des-veladora intrínseca al alumbrarse de la realidad misma. La madurez espiritual está en la disposición de abandonar todo. El abandono es el primer paso. Pero “el abandono real está en realizar que no hay nada que abandonar, puesto que nada es de uno. Ocurre como en el estado de sueño profundo; usted no abandona su cama cuando se queda dormido: simplemente la olvida” Nisargadatta
La serenidad no es tanto un abandonar la posesión y el control de las cosas -incluida la posesión del propio yo objetivo, el que observa- como un saber que, de hecho, es imposible poseerlas. Es el aroma resultante de la comprensión de la verdadera naturaleza de las cosas y del yo. Como decía Alan Watts, te experimentas a tí mismo "como una abertura a través de la cual el universo se observa a sí mismo".
En palabras de un maestro zen: atravez de
"Miro la flor
Y la flor se ve a si misma
a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mi mismo
A través de ella".
En otras palabras: este desasimiento no tiene carácter de renuncia -en todo caso sólo se renuncia a una ilusión o a una pretensión imposible- sino de re-conocimiento de lo que siempre fue La serenidad es el espejo nítido que refleja la naturaleza de la realidad y el modo en que las cosas son; un espejo que, además, nos pone en contacto con -y nos hace partícipes de- el modo de obrar de la realidad misma: nos sitúa en lo originario de todo originarse y en el foco de creatividad de toda creación. El yo relativo y toda realidad particular no sólo no se niegan -a pesar de que el ego experimente el desasimiento como una negación para toda enseñanza no-dual- sino que tiene valor propedéutico: es una ilusión que permite hacer morir otra ilusión y que, al hacerlo, se destruye también a sí misma deviniendo en la más absoluta afirmación; Heidegger expresa así el carácter de no-perdida de esta renunciación: “La renuncia no nos quita nada, sino que nos otorga el inexhausto poder de lo simple”(Der Feldweg, p. 7.)
“P: (...) no debemos estar a la expectativa de ningún consuelo (...).
I: Entonces, ¿qué debemos esperar? ¿Y dónde debemos esperar? Dentro de poco no voy
a saber ya dónde estoy ni quién soy.
P: Esto ninguno de nosotros lo sabe ya, desde el momento en que dejamos (ablassen) de
hacernos ilusiones sobre nosotros (Heidegger G, p. 35; S, p. 41.)
“Me hallé a mí mismo deseando y conociendo menos, hasta que puede decir completamente atónito: 'No sé nada, no quiero nada” “La antigua e interminable búsqueda se detuvo; yo no quería nada, no esperaba nada, no aceptaba nada como propio. No quedaba un “yo” por el cual luchar. Incluso el desnudo “Yo soy” desapareció. La otra cosa que noté fue que perdí mis certidumbres habituales. Antes yo estaba seguro de tantas cosas, ahora no estoy seguro de nada. Pero siento que no he perdido nada al no saber, porque todo mi conocimiento era falso. Mi no saber era en sí mismo conocimiento del hecho de que todo conocimiento es ignorancia, de que “no sé” es la única afirmación verdadera que puede hacer la mente” Nisargadatta
En la terminología de Heidegger, este no saber es descrito como apertura al misterio, “No saber” es dejar de dar por supuesto que algo sea lo que es. Y, más aún, es dejar de dar por supuesto que algo sencillamente sea -como expresó Wittgenstein en su Tractatus:
El movimiento de la Gelassenheit es la inversión del movimiento intencional de la conciencia objetiva que sustenta al sujeto; es un no buscar fuera, un no aferrar, un no representar, un no encaminarse a un deber ser diverso de lo que es, etc. En la ruptura de esta tensión dualista excéntrica, que quiebra la lógica y la razón de ser del ego, radica la máxima soledad. Pero esto, que parecería abocar al absoluto solipsismo, culmina en todo lo contrario: se alcanza el propio en-Sí que es el Único en-Sí (Muni: el solitario); se establece la máxima comunión desde lo máximamente íntimo y propio de cada cosa -una comunión a otro nivel es falaz-. Ser, sólo ser es importante. Tal modo aparentemente perezoso de pasar el tiempo está altamente considerado en el zen: “sentado en quietud, no actuando, llega la primavera y la hierba crece por sí misma”. La inacción es actividad incesante. El maestro se caracteriza por una actividad eterna e intensa. Su quietud se parece a la quietud aparente del trompo que gira rápidamente (un giroscopio). El ojo no puede seguir su velocidad y por eso el trompo parece quieto. Sin embargo, gira. Así es la inacción aparente del maestro. Esto debe explicarse porque la gente generalmente confunde quietud con inercia.
Significa que por el momento está usted libre de la obsesión del “¿y ahora qué?”. Cuando no tiene prisa y la mente está libre de ansiedad, ésta se aquieta y en el silencio algo puede ser oído que de ordinario es. Ser, sólo ser es importante. (...) “No necesita preocuparse de sus preocupaciones. Sólo ser. No trate de estar quieto; no convierta el “estar quieto” en una tarea a realizar. No se inquiete respecto a “estar quieto”, no sea desgraciado respecto a “ser feliz”. Simplemente sea consciente de que usted es y permanezca consciente; no diga: “sí, yo soy, ¿y ahora qué?” No hay un “¿ahora qué?” en el “Yo soy”. Es un estado intemporal”
(C trungpa)
Ser sereno es saber estar ante la puerta del cielo y del infierno. Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: "¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?".
Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo. Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido.
"¿Quién eres?", le preguntó Hakuin.
"Soy un samurai", le respondió el guerrero. En Japón, ser un samurai es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que se es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida. "Soy un samurai, un jefe de samuráis. Hasta el Emperador mismo me respeta", dijo.
Hakuin se rió y contesto: "¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo".
El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo": Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta".
Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: Aquí se abren las puertas del cielo".
El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás a las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del cielo.
La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren…en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno. (Relato célebre de la filosofía Zen. Autor Anónimo.)
la Gelasssenheit alemana no debe ser confundida con una mera actitud receptiva, como se ha interpretado con frecuencia, ya que la serenidad posibilita un tipo de actitud que es radicalmente opuesta –sin excluirla- a la actitud objetivista paralela a la auto vivencia del ego como un yo igualmente objetivo, que tiene una finalidad funcional asociada a la supervivencia: la atención enfocada, selectiva y objetiva posibilita la autodefensa del propio organismo psicofísico y la actuación estratégica y utilitaria en el entorno. Frente a esta actitud, hay otra que diluye los límites que la mente objetiva se impone a la realidad para manejarla, y permite ya no tanto actuar sobre el entorno, como recibirlo, acogerlo e integrarse con él. Esta actitud difumina igualmente los límites del yo, la diferencia entre lo interno y lo externo y nos retrotrae al presente; exige una atención no concentrada sino global y difusa. Esta disposición es la necesaria, por ejemplo, para apreciar una melodía dicha actitud no hace, sino que deja ser; no fuerza una situación sino que la permite. Pues bien, esta última actitud no es equivalente a un talante sereno aunque se acerca a este, El verdadero talante sereno, efectivamente, implica un movimiento diametralmente opuesto al movimiento de aferrar; pero la serenidad no es el referente dual de la actitud objetivista sin más es esa tercera instancia ya aludida, pertenece al ámbito no-dual, pues es el obrar de la realidad no-dual y el obrar que pone de manifiesto el carácter no-dual de lo real. No se opone a la actitud objetivista ni la excluye –la actitud puramente receptiva, en cambio, sí-. Está más allá de la dualidad entre receptividad y actividad; no es ninguna de ambas ni excluye a ninguna de ambas.
La serenidad, el “desapego” (Abgeschiedenheit) eckhartiano, el decir sí y no a la vez propio de la conciencia testigo (saksi) esa tercera opción, es una actitud que también se ha descrito como cercana a la impasibilidad (ataraxía) estoica, entendida como un vivir en perfecta armonía con el Lógos (homologouménos têi phýsei dsên), Aunque diverge del desapego no-dual, de la serenidad en la medida en que ha propugnado un comportamiento particular del yo objetivo o una particular forma de vida: la renuncia a los logros mundanos, la ausencia de implicación afectiva en las cosas, etc.; viene a ser, pues, una versión negativa, dual, del desapego no-dual que es de naturaleza y raíz trascendente. En La tradición zen, que aúna la entrega a la vida y la distancia interior en una suerte de embriaguez lúcida, se da un claro ejemplo de ella al decir. “Sea apasionadamente desapasionado; eso es todo” asuma la actitud del caminante, la de quien recorre, no caminos, sino el Camino
(Traducción de Okumura a:” jiko ga jiko o jiko suru y” de Kodo Sawaki)
“Lo mejor y más magnífico a lo que se puede llegar en esta vida es callarse y dejar actuar y hablar a Dios. Dejar a Dios ser Dios”
(Eckhart Tratados y Sermones)
“Ser: Nada: lo Mismo”
(Heidegger, “Seminar in Le Thor (1969)”, Vier Seminare, p. 99.)
“El verdadero hogar de usted está en la Nada; en el vacío de todo contenido”
(Nisargadatta I.A.T., p. 487; Y.s.e., p. 779)
Zen es budismo extremo sin dios ni texto ni religión, solo silencio
Zen es budismo con la serenidad como quietud interior sin ruido ni agitación.
Más allá de la práctica de la meditación, está la actitud. Un principiante debe aprender a cultivar la llamada "serenidad de un moribundo". “¿Qué es esta serenidad? Es la serenidad de conocer qué es importante y qué no lo es, de aceptar y perdonar. Alguien que haya estado junto a la cama de un moribundo comprenderá esta serenidad. ¿Qué haría el moribundo si alguien lo insultara? Nada. Cuando yace allí, ¿hará planes para hacerse famoso o rico? No. ¿Si alguien que antaño le hubiera ofendido le pidiera su perdón no se lo daría? Por supuesto que sí. Un moribundo conoce la falta de sentido de la enemistad. El odio es siempre un sentimiento lamentable. ¿Quién desea morir sintiendo odio en su corazón? Nadie. El moribundo busca amor y paz”.
“Hubo un tiempo en que el moribundo se permitía el lujo de albergar sentimientos de orgullo, codicia, lujuria y cólera, pero ahora tales sentimientos se han ido. Hubo un tiempo en que era condescendiente con sus malos hábitos, pero ahora se ha librado de ellos. No lleva nada. Ha dejado a un lado sus cargas. Está en paz”.
Enseñanzas Zen del Maestro Xu Yun Traducido por Shi Chuan Fa y Rev. Yin Zhi Shakya
Entenderé por Serenidad ese estado adquirido de plenitud subyacente a cada instante de la existencia y que perdura a lo largo de las vicisitudes que la constituyen, concepto correspondiente al samtosha del kriga yoga: satisfacción, habilidad para conformarse con lo que se tiene y con lo que no se tiene. Relacionado con Aparigraham, vocablo para no-aferrarse, abandonarse. Con dicha actitud serena o samtosha se obtiene el más alto nivel de felicidad (sukha). Descrita como aquella sensación profunda de serenidad y plenitud que emerge de la mente excepcional (mente sana)
El budismo postula que sukha está vinculado a la comprensión de la manera en que funciona nuestra mente y depende de nuestra forma de interpretar el mundo, pues si bien éste es difícil de cambiar, sí es posible transformar la manera de percibirlo.
Dicha actitud, nos dirá Heidegger, permite alumbrar la realidad desde su fuente supra-objetiva; no obstante es un modo de relación con y frente a la actualidad.
(...) una manera de pensar y de sentir, una manera, también de actuar y de conducirse que marca una relación de pertenencia y simultáneamente se presenta a sí misma como una Tarea. La definición que proporciona sobre dicha actitud Baudelaire de igual forma pone en juego un modo de relación que hay que establecer consigo mismo, es decir que ésta “no libera al hombre en su propio ser, si no que lo obliga a la tarea de elaborarse a sí mismo”.
Luego una actitud serena planteada de este modo, requiere para quien la practique, un análisis de sí mismo como ser históricamente determinado, no buscar algo ya dado, señalará Foucault; demanda pues, renunciar como punto de partida a la tendencia (extremadamente occidental) de buscar una única verdad aplicable a todas y cada una de las personas, de todo tiempo y lugar; es decir, renunciar al carácter universal. Toda actitud basada en este principio tiene un carácter creativo.
Todo aquello que en la vida, en la conciencia y en el acto consideramos como un objeto determinado, cobra su determinación y su imagen en esta la actitud que manifestamos: es nuestra actitud la que determina el objeto con su estructura, pero no al revés; sólo cuando nuestra actitud se vuelve caprichosa y fortuita, cuando nos apartamos de ella de principio con respecto a las cosas y al mundo, el determinismo del objeto se contrapone como algo ajeno y autónomo, empieza a desintegrarse y nosotros mismos caemos bajo el dominio de lo aleatorio.
La Gelassenheit es la palabra que utiliza en alemán Heidegger para la noción de serenidad, al traducir la palabra en clave heideggeriana se lee: es la actitud de “dejar ser” (seinlassen), el “dejar ser al Ser”, el “desasimiento”. Heidegger utiliza la Gelassenheit de Eckhart ( el místico occidental alemán en el que Oriente más íntimamente se ha reconocido. Intelectuales como Coomaraswamy, uno de los defensores de la cultura India aludía a los sermones de Eckhart como las UpaniSads de Europa; D. T. Suzuki lo comparaba con el Budismo Jodo Shinshu sosteniedo una explícita afinidad del pensamiento eckhartiano con el pensamiento zen; S. Radhakrishnan lo cita asiduamente en las anotaciones a su traducción de las UpaniSads
Heidegger se preguntaba por la actitud que habríamos de adoptar ante el actual poderío de la técnica “poderío que ha hecho prevalecer la lógica calculadora y ha convertido la falta de pensamiento” (de pensamiento meditativo) en “un huésped inquietante del mundo de hoy”. Es evidente, afirma, que no tiene sentido arremeter sin más contra el mundo técnico; pero, a su vez, nos hallamos ante el peligro de caer en una total servidumbre con relación a él. Ahora bien, este aparente dilema puede ser superado; así, cabe hacer uso de los objetos técnicos y de la lógica calculadora que los posibilita y, a su vez, mantenernos interiormente libres con relación a ellos, dejarlos descansar en sí mismos como algo que usamos pero que no nos concierne esencialmente. Actitud que nace de aprender a mirar en nuestro interior pero también de aprender a mirarnos un poco menos a nosotros mismos dirá Mathieu Ricard quien recuerda la sentencia de Chuang tzu “Los peces se olvidan de si mismos en el agua, los hombres deberían de olvidarse de si mismos en el tao”.
“No tememos a la muerte, ni al sufrimiento, ni a la vejez o a la enfermedad. Disfrutamos de todos los aspectos de la vida como un despliegue de la gran mente y no nos interesa sentir ninguna alegría excesiva. De modo que conservamos una serenidad imperturbable, la cual es la serenidad imperturbable de la gran mente, que es la que se necesita para practicar zazen”. Shunryu Suzuki (Mente zen, mente de principiante)
Heidegger estará cerca en su descripción de la serenidad aunque sólo sea por la ausencia de ambigüedades terminológicas e interpretativas al respecto del planteamiento del budismo zen, el taoísmo, o el vedanta, para los que la voluntad como tal no es, en ningún caso, el marco desde el que pueda comprenderse el sentido profundo de este “dejar ser” lo que es. Actitud que dice “sí” y “no” a la vez y nos mantiene abiertos al sentido oculto del mundo técnico, pues no “hace” algo con relación a él sino que simplemente “lo deja ser”, es “serenidad”, “desasimiento” (Abgeschiedenheit), “ecuanimidad de ánimo ante las cosas”, “apertura al misterio” (die Offenheit für das Geheimnis), o “dejar ser al Ser”; a lo que podremos leer en Schopenhauer “el hombre que está penetrado de la idea de la dejación absoluta, cualquiera que fuere su desnudez, por privado que esté exteriormente de toda alegría y de todo bien, gusta, sin embargo, de pleno regocijo y goza de un sosiego verdaderamente celestial (…) Lo que siente es una paz inquebrantable, un sosiego profundo, una íntima serenidad, un estado que no podemos imaginar sin aspirar a él con ardor, porque nos parece el único justo, infinitamente superior a cualquier otro; un estado al que nos convidan y llaman lo mejor que hay en nosotros y esa voz interior que nos grita: Sapere aude. Entonces comprendemos bien que todo deseo cumplido, toda dicha arrancada a la miseria del mundo, son como la limosna que sostiene hoy al mendigo para que mañana se muera de hambre, al paso que la resignación es como una tierra recibida por herencia, que pone para siempre al abrigo de los cuidados al feliz poseedor."
En este hombre, que ha dejado de querer la vida, se torna una débil apariencia semejante a un sueño matinal y acaba por difuminarse como éste mediante una inadvertida transición, “La voluntad se aquieta, extinguiéndose al punto de sólo conservar la mínima indispensable para mantener la propia vida y existir como un espejo del mundo que nada enturbia".Al paso que la aceptación es “la herencia inesperada”, pone para siempre a resguardo al feliz poseedor de esa actitud serena.
“Treinta radios convergen en el centro de una rueda, / pero es el vacío el que la hace útil al carro/. Se trabaja la arcilla para hacer vasijas, / pero es su vacío del que depende su uso. / Se abren puertas y ventanas en los muros de una casa, / pero es el vacío lo que permite habitarla. / El Ser da posibilidades, / pero es el No-ser lo que permite utilizarlas”
Este tipo de expresiones nos aproximan al significado del término Gelassenheit; y todas ellas nos hablan de un “entre”: se muestra como nada, como vacuidad, para nuestra mente dual y objetivante. Un sostenimiento entre el sí y el no, la serenidad no es decir “sí” ni decir “no”, sino un decir “sí” y “no” a la vez. Decir “sí” y “no” a la vez es contradecir la lógica de la voluntad individual que es siempre dual: dice “sí”, o bien, dice “no”. La voluntad que quiere o aferra dice “sí”; la voluntad que no quiere o no apropia dice “no”. Pero la voluntad individual no puede entender qué sea un decir “sí” y “no” a la vez. Esta paradoja es análoga a aquella con la que el Maestro Eckhart instaba a “no querer”, y a su vez, a “no querer no querer”.
“La Gelassenheit no tiene su origen, pues, en la voluntad humana” -nos dirá Heidegger- “obra desde otra parte”:
P: ¿Por qué nosotros no podemos desde nosotros mismos despertar en nosotros la Serenidad?
I: La Serenidad es, por tanto, puesta en obra desde otra parte.
P: No puesta en obra sino otorgada (zugelassen).
E: Aunque todavía no sé lo que quiere decir la palabra Serenidad, vislumbro de modo aproximado que la Serenidad se despierta cuando a nuestro ser le es otorgado el comprometerse (einzulassen) con lo que no es un querer.
I: Habla usted sin cesar de un dejar, lo que suscita la impresión de que con ello se refiere a algún tipo de pasividad. Con todo, creo entender que no se trata en modo alguno de un inerme dejar ir las cosas a la deriva.
E: Tal vez se oculte en la Serenidad un obrar más alto que en todas las gestas del mundo y en las maquinaciones de los hombres...
P: ... un obrar más alto, que no es sin embargo, ninguna actividad.
I: Por consiguiente, la Serenidad yace (liegt) -suponiendo que aquí se pueda hablar de yacer- más allá de la diferenciación entre actividad y pasividad...
E: Porque la Serenidad no pertenece al dominio de la voluntad (weil die Gelassenheit nicht in den Bereich des Willens gehört)
“Esta [actitud] no la puede aprender el ser humano mediante la huida, es decir, que exteriormente huya de las cosas y vaya al desierto; al contrario, él debe aprender [a tener] un desierto interior [el de la vivencia inobjetiva de Sí] dondequiera y con
Quien quiera que esté” Eckhart.
La Gelassenheit no pertenece al dominio de la voluntad: no es un mero querer ni un mero no-querer y no es un hacer ni un no-hacer. Cuando las distintas tradiciones no-duales hablan, en ocasiones, de un “no querer”, e incluimos aquí el pensamiento zen, hablan de hecho, de esta actitud no relativa a la voluntad; si bien, la propia limitación del lenguaje puede dar pie a que estas expresiones se interpreten inadecuadamente, como si aludieran a una mera no-volición o a una volición negativa. Para estas enseñanzas, este “no querer” trasciende la dualidad querer-no querer; es una tercera instancia –no-dual- con relación a los términos de dicha alternativa y, por lo mismo, no los excluye. No es un sí ni un no; pero tampoco es la mera negación de ambos: es la libertad respecto al sí y al no y, a su vez, es tanto un sí como un no; pues el sí y el no, desde esta tercera instancia, dejan de ser excluyentes. Este no-querer así entendido trasciende la dualidad actividad-pasividad; o más bien, es una pasividad que constituye la forma más alta de actividad: esa que al igual que zazen es moshutoku (practica sin provecho) zanzen. La Serenidad reposa (liegt), se deja ser aceptando que aquí se pueda hablar de reposar más allá de la diferenciación entre actividad y pasividad, ya que tal vez se oculte en la Serenidad un obrar más alto que en todas las hazañas, como ya apuntamos con Eckhart.
“Yo no necesito de coraje. Yo vivo de coraje. El coraje es mi esencia, lo cual es amor a la vida. Estoy liberado de recuerdos y anticipaciones, sin preocuparme de lo que soy y de lo que no soy. No soy adicto a auto-descripciones: Aham brahmAsmi (“Yo soy lo Supremo”); no me sirven de nada, porque tengo el coraje de ser nada y de ver el mundo como es: nada. Suena simple, ¡pero inténtelo! Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y lluvias de la vida y tendrá una oportunidad”. Nisargadatta
Serenidad de una mente magnánima, Dirá Okumura a aquella que está en el acto al abrir la mano del pensamiento y abstenerse de discriminar y comparar, no es una actitud moral ya que no nos movemos en el nivel de la voluntad: de lo bueno y de lo malo, de lo adecuado o inadecuado, ajena a todo tipo de tonalidades morales/sentimentales, sino la única actitud acorde a la naturaleza del yo y de las cosas: a su ser nada en sí mismos. Ecuanimidad que no es obrar humano, porque un supuesto obrar meramente humano es, igualmente, una falacia, otra imposibilidad metafísica. El yo individual no puede aferrarse a nada porque, en sí mismo, el yo individual es nada, en budismo en general se insiste en lo que se considera la característica fundamental del universo: paticcasamuppada o surgir-inter-dependiente, el hecho de que la realidad es una red sin límites de interrelaciones cuyos nudos momentáneos dan lugar a las cosas de la experiencia, que es pura relación sin substancialidad o en la que nada es en sí, busca dejar al hombre sin nada a lo que poderse aferrar, y el yo que busca poseer y poseerse a sí mismo no es más substancial que las cosas: es anatta (no yo). Ni hay un yo que pueda aferrarse a sí mismo ni nada que aferrar. La apertura del hombre a dicha serenidad y la apertura de la realidad al hombre en la Serenidad es una cuestión estrictamente funcional: acontece en el mismo proceso por el que el hombre se reduce progresivamente a lo que es abandonando lo que cree ser; un proceso que es el mismo proceso por el que el Ser retorna a sí desde el “olvido” de sí. Son hechos estrictamente metafísicos: deriva de “lo que es” y, por lo mismo, deja ser “lo que es”.Permiten lo que en cualquier caso ya es: el obrar del Ser que des-vela la realidad en el hombre y el participar del hombre en esta acción des-veladora intrínseca al alumbrarse de la realidad misma. La madurez espiritual está en la disposición de abandonar todo. El abandono es el primer paso. Pero “el abandono real está en realizar que no hay nada que abandonar, puesto que nada es de uno. Ocurre como en el estado de sueño profundo; usted no abandona su cama cuando se queda dormido: simplemente la olvida” Nisargadatta
La serenidad no es tanto un abandonar la posesión y el control de las cosas -incluida la posesión del propio yo objetivo, el que observa- como un saber que, de hecho, es imposible poseerlas. Es el aroma resultante de la comprensión de la verdadera naturaleza de las cosas y del yo. Como decía Alan Watts, te experimentas a tí mismo "como una abertura a través de la cual el universo se observa a sí mismo".
En palabras de un maestro zen: atravez de
"Miro la flor
Y la flor se ve a si misma
a través de mí.
La flor me mira
Y me veo a mi mismo
A través de ella".
En otras palabras: este desasimiento no tiene carácter de renuncia -en todo caso sólo se renuncia a una ilusión o a una pretensión imposible- sino de re-conocimiento de lo que siempre fue La serenidad es el espejo nítido que refleja la naturaleza de la realidad y el modo en que las cosas son; un espejo que, además, nos pone en contacto con -y nos hace partícipes de- el modo de obrar de la realidad misma: nos sitúa en lo originario de todo originarse y en el foco de creatividad de toda creación. El yo relativo y toda realidad particular no sólo no se niegan -a pesar de que el ego experimente el desasimiento como una negación para toda enseñanza no-dual- sino que tiene valor propedéutico: es una ilusión que permite hacer morir otra ilusión y que, al hacerlo, se destruye también a sí misma deviniendo en la más absoluta afirmación; Heidegger expresa así el carácter de no-perdida de esta renunciación: “La renuncia no nos quita nada, sino que nos otorga el inexhausto poder de lo simple”(Der Feldweg, p. 7.)
“P: (...) no debemos estar a la expectativa de ningún consuelo (...).
I: Entonces, ¿qué debemos esperar? ¿Y dónde debemos esperar? Dentro de poco no voy
a saber ya dónde estoy ni quién soy.
P: Esto ninguno de nosotros lo sabe ya, desde el momento en que dejamos (ablassen) de
hacernos ilusiones sobre nosotros (Heidegger G, p. 35; S, p. 41.)
“Me hallé a mí mismo deseando y conociendo menos, hasta que puede decir completamente atónito: 'No sé nada, no quiero nada” “La antigua e interminable búsqueda se detuvo; yo no quería nada, no esperaba nada, no aceptaba nada como propio. No quedaba un “yo” por el cual luchar. Incluso el desnudo “Yo soy” desapareció. La otra cosa que noté fue que perdí mis certidumbres habituales. Antes yo estaba seguro de tantas cosas, ahora no estoy seguro de nada. Pero siento que no he perdido nada al no saber, porque todo mi conocimiento era falso. Mi no saber era en sí mismo conocimiento del hecho de que todo conocimiento es ignorancia, de que “no sé” es la única afirmación verdadera que puede hacer la mente” Nisargadatta
En la terminología de Heidegger, este no saber es descrito como apertura al misterio, “No saber” es dejar de dar por supuesto que algo sea lo que es. Y, más aún, es dejar de dar por supuesto que algo sencillamente sea -como expresó Wittgenstein en su Tractatus:
El movimiento de la Gelassenheit es la inversión del movimiento intencional de la conciencia objetiva que sustenta al sujeto; es un no buscar fuera, un no aferrar, un no representar, un no encaminarse a un deber ser diverso de lo que es, etc. En la ruptura de esta tensión dualista excéntrica, que quiebra la lógica y la razón de ser del ego, radica la máxima soledad. Pero esto, que parecería abocar al absoluto solipsismo, culmina en todo lo contrario: se alcanza el propio en-Sí que es el Único en-Sí (Muni: el solitario); se establece la máxima comunión desde lo máximamente íntimo y propio de cada cosa -una comunión a otro nivel es falaz-. Ser, sólo ser es importante. Tal modo aparentemente perezoso de pasar el tiempo está altamente considerado en el zen: “sentado en quietud, no actuando, llega la primavera y la hierba crece por sí misma”. La inacción es actividad incesante. El maestro se caracteriza por una actividad eterna e intensa. Su quietud se parece a la quietud aparente del trompo que gira rápidamente (un giroscopio). El ojo no puede seguir su velocidad y por eso el trompo parece quieto. Sin embargo, gira. Así es la inacción aparente del maestro. Esto debe explicarse porque la gente generalmente confunde quietud con inercia.
Significa que por el momento está usted libre de la obsesión del “¿y ahora qué?”. Cuando no tiene prisa y la mente está libre de ansiedad, ésta se aquieta y en el silencio algo puede ser oído que de ordinario es. Ser, sólo ser es importante. (...) “No necesita preocuparse de sus preocupaciones. Sólo ser. No trate de estar quieto; no convierta el “estar quieto” en una tarea a realizar. No se inquiete respecto a “estar quieto”, no sea desgraciado respecto a “ser feliz”. Simplemente sea consciente de que usted es y permanezca consciente; no diga: “sí, yo soy, ¿y ahora qué?” No hay un “¿ahora qué?” en el “Yo soy”. Es un estado intemporal”
(C trungpa)
Ser sereno es saber estar ante la puerta del cielo y del infierno. Un guerrero, un samurai, fue a ver al Maestro Zen Hakuin y le preguntó: "¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo? ¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar?".
Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: la vida y la muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina; sólo quería saber dónde estaban las puertas, para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo. Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido.
"¿Quién eres?", le preguntó Hakuin.
"Soy un samurai", le respondió el guerrero. En Japón, ser un samurai es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que se es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida. "Soy un samurai, un jefe de samuráis. Hasta el Emperador mismo me respeta", dijo.
Hakuin se rió y contesto: "¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo".
El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Saco su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo": Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta".
Esto es lo que un guerrero puede comprender. Inmediatamente el samurai entendió. Puso de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: Aquí se abren las puertas del cielo".
El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas de forma inconsciente, estás a las puertas del infierno; cuando estás alerta y consciente estas en las puertas del cielo.
La mente es el cielo, la mente es el infierno y la mente tiene la capacidad de convertirse en uno de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte, fuera de ellos mismos… El cielo y el infierno no están al final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren…en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno. (Relato célebre de la filosofía Zen. Autor Anónimo.)
la Gelasssenheit alemana no debe ser confundida con una mera actitud receptiva, como se ha interpretado con frecuencia, ya que la serenidad posibilita un tipo de actitud que es radicalmente opuesta –sin excluirla- a la actitud objetivista paralela a la auto vivencia del ego como un yo igualmente objetivo, que tiene una finalidad funcional asociada a la supervivencia: la atención enfocada, selectiva y objetiva posibilita la autodefensa del propio organismo psicofísico y la actuación estratégica y utilitaria en el entorno. Frente a esta actitud, hay otra que diluye los límites que la mente objetiva se impone a la realidad para manejarla, y permite ya no tanto actuar sobre el entorno, como recibirlo, acogerlo e integrarse con él. Esta actitud difumina igualmente los límites del yo, la diferencia entre lo interno y lo externo y nos retrotrae al presente; exige una atención no concentrada sino global y difusa. Esta disposición es la necesaria, por ejemplo, para apreciar una melodía dicha actitud no hace, sino que deja ser; no fuerza una situación sino que la permite. Pues bien, esta última actitud no es equivalente a un talante sereno aunque se acerca a este, El verdadero talante sereno, efectivamente, implica un movimiento diametralmente opuesto al movimiento de aferrar; pero la serenidad no es el referente dual de la actitud objetivista sin más es esa tercera instancia ya aludida, pertenece al ámbito no-dual, pues es el obrar de la realidad no-dual y el obrar que pone de manifiesto el carácter no-dual de lo real. No se opone a la actitud objetivista ni la excluye –la actitud puramente receptiva, en cambio, sí-. Está más allá de la dualidad entre receptividad y actividad; no es ninguna de ambas ni excluye a ninguna de ambas.
La serenidad, el “desapego” (Abgeschiedenheit) eckhartiano, el decir sí y no a la vez propio de la conciencia testigo (saksi) esa tercera opción, es una actitud que también se ha descrito como cercana a la impasibilidad (ataraxía) estoica, entendida como un vivir en perfecta armonía con el Lógos (homologouménos têi phýsei dsên), Aunque diverge del desapego no-dual, de la serenidad en la medida en que ha propugnado un comportamiento particular del yo objetivo o una particular forma de vida: la renuncia a los logros mundanos, la ausencia de implicación afectiva en las cosas, etc.; viene a ser, pues, una versión negativa, dual, del desapego no-dual que es de naturaleza y raíz trascendente. En La tradición zen, que aúna la entrega a la vida y la distancia interior en una suerte de embriaguez lúcida, se da un claro ejemplo de ella al decir. “Sea apasionadamente desapasionado; eso es todo” asuma la actitud del caminante, la de quien recorre, no caminos, sino el Camino
Observar y Aceptar
Observé al girasol maduro que había crecido frente a mi en pocos días ya no giraba, sino que, manteniéndose erguido, inclinaba su gran cabeza hacia la tierra. Cuando el sol se hacia canicular. Al contemplarlo, su aspecto sugería una profunda humildad y una entrega total.
Esa bella flor era en ese momento una gran lección, me estaba dando la respuesta. No se trataba de hacer algo, sino de dejar de hacer, rendirse aquí y ahora.en señal de aceptación .Cuando vivimos identificados con un cuerpo y una mente determinados, nos dejamos atrapar por el absorbente influjo de su sensación de identidad separada, automáticamente, intentamos reordenar el mundo que nos rodea en función de nuestros deseos y de nuestros miedos. Hacemos de nuestro ego el centro del mundo y desde ahí, nos enfrentamos al entorno con temor o con apego, según lo percibamos como una peligrosa amenaza para nuestra seguridad o como una atractiva forma para satisfacer nuestros anhelos. Cosa distinta parece ser la actitud que asumió Hakuin, este maestro zen nacido de en una familia de plebeyos en el este de Japón en 1689 .fue muy respetado, mucha gente acudía a él en busca de sus enseñanzas. En cierta ocasión la hija adolescente de su vecino quedó embarazada. Interrogada por sus indignados y rígidos padres acerca de la identidad del padre, acabó señalándoles que era Hakuin, el maestro zen. Furibundos los padres corrieron a ver a Hakuin y le expresaron a gritos la acusación que su hija había confesado que él era el padre. Lo único que respondió Hakuin fue "¿Ah, sí?".
La noticia del escándalo se difundió por toda la ciudad y fuera de ella. El maestro perdió su reputación, pero esto no le preocupó, aunque Ya nadie iba a verlo. Permaneció inconmovible. Cuando nació el niño, los padres se lo llevaron a Hakuin afirmando: "Tú eres el padre de la criatura, así que cuida de él." El maestro cuidó al bebé con cariño. Un año después, la madre, llena de arrepentimientos, confesó a sus padres que el verdadero padre del niño era el joven que trabajaba en la carnicería. Angustiados, corrieron a ver a Hakuin para disculparse y pedirle perdón. "Lo lamentamos. Venimos a llevarnos al niño. Nuestra hija ha confesado que tú no eres el padre". "¿Ah,sí?", se limitó a comentar Hakuin mientras les entregaba el niño.
El maestro responde a la falsedad y a la verdad, a las malas noticias y a las buenas, exactamente de la misma manera: "¿Ah, sí?". Esto es lo que permite que la forma del momento, buena o mala, sea como es, de la misma manera que el girasol lo hacia ante un ardiente sol, de ese modo su actitud no lo convirtió en un participante en el drama humano. Para él solo existía el momento presente, y este era como era. Los sucesos no están personalizados. Él no era la víctima de nadie ya que estaba en comunión completa con lo que ocurría, pues lo que ocurrió no tenía poder sobre él.
Solo el resistirse a lo que ocurre, lo coloca a merced de lo que ocurre, y el mundo determina tu felicidad e infelicidad.El bebé es cuidado con cariño. Lo malo se transforma en bueno por el poder de la no resistencia. Respondiendo siempre a lo que requiere el momento presente, entrega al niño cuando llega el momento de hacerlo.
Este cuento zen al igual a la imagen del girasol nos enseña a tomar la vida como viene. Con ecuanimidad, sin juzgar y aceptando todo tal como es. Si fluimos con la vida y asumimos lo que nos impone cada situación sin resistirnos, sin identificarnos, entonces seremos verdaderamente libres, sin sufrimiento ni infelicidad.
Aceptar humilde y orgullosamente lo que somos y buscar la universalidad en el camino se vincula con la característica, de la verdadera serenidad. No se trata de la simple aceptación pasiva y apocada del hombre de poca aspiración o pobre de espíritu, ni tampoco de una presuntuosa supravaloración del yo del arrogante del hombre de negocios.
Unir los dos adverbios contrarios “humilde y orgullosamente”.busca traslapar la humildad que esta en aceptarse por lo que se es; con el orgullo que da impulso a ese permanente intento por conocerse. “Cuando la Aceptación llega, elimina toda contradicción, y entonces hay sosiego. No el sosiego momentáneo que sientes cuando consigues lo que deseas, y tampoco el letargo del olvido; más bien es la serenidad que hay en el centro del ciclón, en el ojo del huracán
Vivimos en un mundo donde las apariencias y la realidad son diferentes, y donde el dolor es lo que nos permite pasar «de aquí a allí», según el decir platónico. La tradición prefiere el término ascesis al de dolor, pero la sustancia, parece no variar. La ascesis, sobre todo en el sentido que la palabra adquirió con el cristianismo, es el sufrimiento ocasionado por la renuncia, esa falta de aceptación al dolor que se debe soportar, resignación que logra alcanzar la virtud. En el hablar trivial de la conversación cotidiana, quien ha «sufrido mucho» parece merecer un respeto mucho mayor que quien ha gozado mucho. El que ha conseguido la resignación cree responder al lema de la sabiduría trágica clásica, páthei mathós -aprende sufriendo-, revela que toda esta valoración positiva del dolor no es sólo un asunto cristiano, sino profundamente griego, aunque al final terminemos tropezándonos con la doctrina del pecado original, y por tanto, una vez más con la idea de una culpa que podemos y debemos corregir que nos ha hecho merecedores de dicho sufrimiento .Son abstracciones que influyen y condicionan muchos de los aspectos prácticos, incluidos los médicos, el tratamiento del dolor, las relaciones tanto individuales como en las instituciones.
el dolor no tiene ninguna dignidad, no merece ningún respeto en cuanto tal, es sólo algo que sucede, y en cuanto es siempre además un suceder que no deseamos (a diferencia del suceder que esperamos y deseamos, el placer, el logro, etcétera), es puro accidente, en el más amplio sentido del término, es el evento (schlechthin), puro y simple. Devenir Frente al que no podemos hacer nada razonable aparte de tratar de eliminarlo. El único dolor digno de respeto es el dolor del otro, lo mismo que la muerte del otro. Dolor que se nos impone como una potencia que debemos aceptar sin pretender entender, es paradójico pues, en el dolor se reconoce al amigo, el dolor nos «perfecciona», ya que se aprende sufriendo, y quien sufre o ha sufrido merece respeto, además y sobre todo por eso La lucha contra el dolor o, lo que es lo mismo, la búsqueda de la felicidad tiene un solo límite, el de la solidaridad con los demás y la aceptación de la propia finitud que manda no ceder a la hybris, a la arrogancia de quien se erige a sí mismo en absoluto.
La aceptación nos llama a dirigirnos en palabras de Nishitani a la dimensión en la cual las cosas se manifiestan tal como son, armonizar con la mismidad (en el Filosofo japonés dicho concepto es el punto de vista ontológico-epistemológico en que las cosas son para sí mismas.ejemplo para nosotros (o para otros) el agua moja. Pero “en sí misma” el agua no (se) moja (a sí misma). Y el ojo puede ver a otro u otra cosa, pero no se ve a sí mismo), es un aprender –narau- en japonés, contiene el sentido de imitar algo, esfuerzo o impulso a situarse esencialmente en el mismo modo de ser que la cosa, de la que.quiere aprender, Es lo que Nishitani, siguiendo al gran maestro Zen de la antigüedad, Dogen (1200-1253), denomina el estado del “cuerpo-mente caído”. Supone la liberación del apego cuerpo-mente. Es el rostro original de la mente flexible.
Y comenta Nishitani: “La ‘Existenz’ referida como ‘dejar caer cuerpo-mente, cuerpo-mente caído’ implica la apertura infinita del campo donde todas las cosas son en sí individualmente. O, dicho de otra manera, la totalidad de las cosas individuales están reunidas para formar un único y mismo mundo. Es el lugar que hace a todas las cosas “ser en el mundo” Llegamos así, pues, a un mundo que es tal, no por ser una acumulación de entes individuales, sino por estar más allá (o más acá) de ellos, porque son interrelación en una totalidad, comprensible sólo en y desde una intuición iluminadora (‘shōken’), expresión que aparece en el Sutra del Corazón.
Lo cual supone aceptar el modo de ser elemental de las cosas, En su propio fundamento originario el que nos habla que la cosa es en si misma como es, apareciendo sin anverso ni reverso. Nishitani afirma la posibilidad de usar el termino usado por los antiguos “el centro” ya que es un termino que parece subrayar el rasgo distintivo del modo de ser de las cosas mismas, “todas las cosas tienen sustento en si mismas” afirma Cheng Hao fundador del neoconfusionismo Sung y dicho sustento esta en el campo de sunyata, campo de la gran afirmación, ya que en el no se sostiene simplemente que las cosas y el yo son vacíos, ya que si así fuera no seria sino una pura nihilidad. No se trata pues de que el yo sea vacío, sino de que la vacuidad es el yo; no se trata de que las cosas sean vacío sino de que la vacuidad es la cosas.” Un pájaro vuela y es como un pájaro; un pez nada y es como un pez”.la mismidad del pájaro volador es su vuelo consiste en ser como un pájaro; el aspecto del pájaro volador y el pez nadador no es otra cosa que su verdadera mismidad.
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos le consideraban afortunado porque tenia un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarlo por aquella grave pérdida: "¡Qué mala suerte has tenido!". La respuesta del granjero fue un sencillo "puede ser".
Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas.
Enterados los aldeanos acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: "puede ser".
Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero está lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte; pero el padre respondió otra vez: "puede ser".Dicho puede ser apunta a la relación en la que todas las cosas son señoras y siervas unas de otras, todas las cosas son en el mundo tal como son y así piden ser aceptadas.
“Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y a las lluvias de la vida y tendrá una oportunidad” Nisargadatta
Conocer el origen es ser el origen. Cuando se entiende al igual que el granjero que no se es la persona sino el testigo puro y calmo del acontecer y que dicha Conciencia sin temor es su verdadero ser, usted es el Ser.Ser desplegado en profunda aceptación“simplemente sea y vea. Pues hablamos de un “sólo ser”, que es un ser a la escucha, atento, lúcido, despierto: un Ser/Conciencia, Ser de aceptación.
Eso que somos no es algo que haya que lograr o adquirir, sino lo que queda cuando se elimina la ficción superpuesta de individuo particular y único. Por eso, el primer paso de esta reducción progresiva a lo esencial -a lo somos, a lo que es- a ese ser de aceptación es la toma de conciencia, la actitud alerta que asume ante lo que el ego considera su supuesta autonomía y capacidad de autodeterminación que es, en gran medida, condicionamiento, hipnosis y mecanicismo, ya que la auto-vivencia limitada del yo, es de naturaleza estrictamente mental; y también lo es la imagen de la realidad exterior que dicha auto-vivencia mental determina. El yo se mueve usualmente en el recuadro cerrado de sus creencias sobre sí y sobre “la realidad” el yo esta siempre en el empeño de un llegar-a-ser-algo. Su turbina es la dualidad mental determinada por la distancia entre lo que cree ser y lo que, supuestamente, debería llegar a ser. Incluso en un ego relativamente satisfecho de sí, simplemente el sostenimiento en el tiempo, de lo que cree ser ya lo encadena al “llegar-a-ser”y el terror por perder lo que cree ser. La actividad -externa o interna- es la forma de volcarse en un vértigo enajenante que, encadenando mentalmente el pasado con el futuro que le protege de la amenaza de lo real: del aquí y del ahora. Pues, como ya señalamos, el ego y el ahora se excluyen.El ego ha definido ya lo que le hará feliz o infeliz, lo que le hará sentirse pleno o insatisfecho, lo que le hará sentirse ser o no ser. Olvidando su condición de ser como aceptación.
Cuando el yo se vivencia, no desde su realidad, sino desde la idea que tiene de sí, su acción pasa a ser valorativa, se sustenta en juicios duales: considera negativo todo lo que traspase o cuestione esa idea y positivo todo lo que la confirme y afiance. El yo objetiva su plenitud. La objetiva en estados, personas, objetos y situaciones específicas. Salvo en escasos momentos de auto-olvido desconocerá lo que es su naturaleza esencial: la plenitud inmotivada y sin porqué La serenidad no es, pues, propiamente, el efecto de una renuncia, sino de una aceptación de la Plenitud supraobjetiva que ya somos y en la que Todo ya es.
Habitar en la impredecibilidad del ahora. Es dejar de “calcular”, de remitir constantemente lo que es al pasado y al futuro No para excusar con ello toda evasión de la responsabilidad, sino para saber que toda planificación responsable, toda referencia a un antes y a un después y todo cálculo son, siempre, en el seno sin fondo, sin referencias y sin límites del ahora un sin fundamento: lo único que es. En ese equilibrio contemplativo hay una “serena, amorosa y compasiva indiferencia”, una “indiferencia envuelta en paz, en compasión y en alegría”, porque es una indiferencia que en realidad es desapego. : En palabras de Consuelo martin “Sin esa indiferencia, que nadie me hable de amor, porque son sólo emociones. O amo a todos, o no amo a nadie. Desde ese punto de equilibrio no amo a “nadie” como objeto, como apariencia, y amo a “todo”, porque amo la esencia de todo, y ni una brizna de hierba ni un pelo del cabello queda fuera de ese amor”. Uno no puede hacer nada desde la persona. Sólo contemplar, abrir las ventanas y ponerse ahí, en silencio, sabiendo que la Luz que somos, el Equilibrio que somos y que fuimos siempre, está simplemente esperando manifestarse. Vivimos para contemplar los Valores: Belleza, Verdad, Amor… para que esos valores se manifiesten. Cuando arroba el deseo, debo rastrear por qué está ahí, en la superficie de la conciencia y como se expresa, debo estar atento a el.
En la no acción esta la aceptación.
“El sabio que se ha puesto encima de sí mismo, reposa cuando corre, actúa cuando contempla” (Angelo Silesio, Peregrino Querubínico, V. 364.)
“Aquel que encuentra la inacción en la acción y la acción en la inacción es un sabio entre los hombres”. (BG IV, 18.).
La invitación a “sólo ser” (a no hacer nada) no es una invitación a la inacción. La acción es inevitable, es intrínseca al mundo manifestado: “El hombre no puede estar inactivo ni por un momento.De lo que se trata en el sentido de una invitación a “sólo ser” es de sustituir la acción condicionada, excéntrica y dual, que tiene su impuso y finalidad fuera de sí misma, acción del yo limitado y separado, que nace del deseo o del temor, de la conciencia de incompletud, atada al tiempo, en la que hay distinción entre el actor, la acción y lo actuado, por otro tipo de acción, que trasciende tanto la actividad como su opuesto: el reposo, y que, por su diferencia esencial con respecto a lo que se entiende ordinariamente por “acción”, merece en Oriente el calificativo de “no-acción”.
La no-acción” es posible: cuando se ha identificado en si a “el Ser sin nombre donde no hay deseos. Y cuya ausencia trae la paz “; Así el trabajo es comprendido como: Una acción no excéntrica. Es “sin porqué”: afirma Nisargadatta (en I.A.T., p. 90; Y.s.e., p. 174.). Una cosa que vale la pena contiene su propio propósito y significado. No convierta nada en un medio para lograr otra cosa. No limite.O, en palabras de Eckhart (en Tratados y Sermones, p. 307) “El justo no intenta [conseguir] nada con sus obras; pues, quienes intentan [conseguir] algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios…., si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas”.
El trabajo debe ser una acción no-dual, porque no es acción de un “yo” (no hay distinción entre la acción, el yo que actúa y lo actuado). Es una acción que no lleva el sello de la personalidad. Mas el hombre, engañado por la ilusión del ‘yo’ piensa en el trabajo y se dice: ‘yo soy el hacedor’. A sabiendas que, sin pretender ser el hacedor de la naturaleza, la naturaleza es trabajo. El trabajo suele ser percibido como una actividad basada en el ansia de poder y gozar, en el deseo y el miedo al dolor y a la aniquilación. El trabajo es para el zen: “acción desinteresada”realización de la vocación propia, de la acción que compete a cada cual en función de sus circunstancias y de su naturaleza individual, sin móviles individuales y sin apego a los resultados. “Realiza tus acciones con pureza, libre de la esclavitud del deseo” “El que está satisfecho con lo que la vida le depara, pues está más allá de los opuestos de este mundo, libre de envidia y ecuánime tanto en el éxito como en el fracaso, aunque actúe no se esclaviza a sus actos” (BG IV, 20. IV, 22) El yo que ha muerto a sí mismo en tanto que personalidad separada, el que ha soltado su voluntad
Individual y limitada y ha cifrado su identidad en su Sí Mismo, en la raíz de su Ser (
Absoluta completud, carente, por ello, de todo movimiento y anhelo) y no en sus vehículos limitados (su cuerpo y su psique-sus cinco agregados), atestigua el movimiento y la actividad de sus vehículos de expresión (en este sentido, interviene en la acción), pero no es arrastrado por dicho movimiento ni limitado por sus obras (en este sentido no actúa).
“Uno debe aprender a estar [interiormente] libre en plena actividad” (Eckhart Tratados y Sermones, p. 136.).
“Igual que un cristal no es manchado por lo que se refleja en él, así un conocedor de la verdad no es realmente afectado por el resultado de sus actos”. (Yoga VAFISTHA SARA, III, 8.).
Un trabajo entendido como no-acción libera, la acción por sí sola no libera; pero la “no-acción”, la acción que ya no es medio sino fin en sí y adquiere por ello la cualidad del conocimiento, conduce ineludiblemente a la liberación; de hecho, esta es la única acción posible para el liberado, trabajo del que se ha soltado, Es importante evitar el común malentendido, que esta acción desinteresada o Pura está lejos de ser una acción ciega, que lo decisivo no sean las intenciones individuales no significa despreciar las condiciones objetivas de la acción con miras a facilitar su relativa eficacia. De hecho, la objetividad y ecuanimidad, la libertad interior del que abandona toda subordinación a resultados particulares, garantiza la capacidad de atención total a las condiciones requeridas por una determinada situación; y por ello, la respuesta activa adecuada brotará sin distorsión ni obstáculo y será máximamente eficaz. La identificación de trabajo como no “no-acción”, como “wu wei” en el Tao alude, al igual que en el contexto índico, a que el origen de esta acción y su término es -en virtud de que nace del desinterés personal y del desapego- la quietud del Ser. El sabio mueve sin ser movido, sin perder su imperturbabilidad, sin quedar atado a sus acciones. Permanece en el centro inmutable donde nace todo el movimiento; como la mano inmóvil que sostiene el péndulo sin participar de su movimiento. Y porque nada busca obtener, se hace uno con el corazón de las cosas y nada se le resiste. “La ira del que no se ha airado, es ira que brota sin ira. La obra del que obra sin obrar es una obra que nace del no obrar”. (Chuang-Tzu, c. 13, 17.)En palabras del Maestro Eckhart: “El hombre exterior puede actuar y, sin embargo, el hombre interior se mantiene completamente libre de ello e inmóvil (Tratados y Sermones, pp. 247 y 248.)Este es el sentido de la no-acción en el contexto de la aceptación
Esa bella flor era en ese momento una gran lección, me estaba dando la respuesta. No se trataba de hacer algo, sino de dejar de hacer, rendirse aquí y ahora.en señal de aceptación .Cuando vivimos identificados con un cuerpo y una mente determinados, nos dejamos atrapar por el absorbente influjo de su sensación de identidad separada, automáticamente, intentamos reordenar el mundo que nos rodea en función de nuestros deseos y de nuestros miedos. Hacemos de nuestro ego el centro del mundo y desde ahí, nos enfrentamos al entorno con temor o con apego, según lo percibamos como una peligrosa amenaza para nuestra seguridad o como una atractiva forma para satisfacer nuestros anhelos. Cosa distinta parece ser la actitud que asumió Hakuin, este maestro zen nacido de en una familia de plebeyos en el este de Japón en 1689 .fue muy respetado, mucha gente acudía a él en busca de sus enseñanzas. En cierta ocasión la hija adolescente de su vecino quedó embarazada. Interrogada por sus indignados y rígidos padres acerca de la identidad del padre, acabó señalándoles que era Hakuin, el maestro zen. Furibundos los padres corrieron a ver a Hakuin y le expresaron a gritos la acusación que su hija había confesado que él era el padre. Lo único que respondió Hakuin fue "¿Ah, sí?".
La noticia del escándalo se difundió por toda la ciudad y fuera de ella. El maestro perdió su reputación, pero esto no le preocupó, aunque Ya nadie iba a verlo. Permaneció inconmovible. Cuando nació el niño, los padres se lo llevaron a Hakuin afirmando: "Tú eres el padre de la criatura, así que cuida de él." El maestro cuidó al bebé con cariño. Un año después, la madre, llena de arrepentimientos, confesó a sus padres que el verdadero padre del niño era el joven que trabajaba en la carnicería. Angustiados, corrieron a ver a Hakuin para disculparse y pedirle perdón. "Lo lamentamos. Venimos a llevarnos al niño. Nuestra hija ha confesado que tú no eres el padre". "¿Ah,sí?", se limitó a comentar Hakuin mientras les entregaba el niño.
El maestro responde a la falsedad y a la verdad, a las malas noticias y a las buenas, exactamente de la misma manera: "¿Ah, sí?". Esto es lo que permite que la forma del momento, buena o mala, sea como es, de la misma manera que el girasol lo hacia ante un ardiente sol, de ese modo su actitud no lo convirtió en un participante en el drama humano. Para él solo existía el momento presente, y este era como era. Los sucesos no están personalizados. Él no era la víctima de nadie ya que estaba en comunión completa con lo que ocurría, pues lo que ocurrió no tenía poder sobre él.
Solo el resistirse a lo que ocurre, lo coloca a merced de lo que ocurre, y el mundo determina tu felicidad e infelicidad.El bebé es cuidado con cariño. Lo malo se transforma en bueno por el poder de la no resistencia. Respondiendo siempre a lo que requiere el momento presente, entrega al niño cuando llega el momento de hacerlo.
Este cuento zen al igual a la imagen del girasol nos enseña a tomar la vida como viene. Con ecuanimidad, sin juzgar y aceptando todo tal como es. Si fluimos con la vida y asumimos lo que nos impone cada situación sin resistirnos, sin identificarnos, entonces seremos verdaderamente libres, sin sufrimiento ni infelicidad.
Aceptar humilde y orgullosamente lo que somos y buscar la universalidad en el camino se vincula con la característica, de la verdadera serenidad. No se trata de la simple aceptación pasiva y apocada del hombre de poca aspiración o pobre de espíritu, ni tampoco de una presuntuosa supravaloración del yo del arrogante del hombre de negocios.
Unir los dos adverbios contrarios “humilde y orgullosamente”.busca traslapar la humildad que esta en aceptarse por lo que se es; con el orgullo que da impulso a ese permanente intento por conocerse. “Cuando la Aceptación llega, elimina toda contradicción, y entonces hay sosiego. No el sosiego momentáneo que sientes cuando consigues lo que deseas, y tampoco el letargo del olvido; más bien es la serenidad que hay en el centro del ciclón, en el ojo del huracán
Vivimos en un mundo donde las apariencias y la realidad son diferentes, y donde el dolor es lo que nos permite pasar «de aquí a allí», según el decir platónico. La tradición prefiere el término ascesis al de dolor, pero la sustancia, parece no variar. La ascesis, sobre todo en el sentido que la palabra adquirió con el cristianismo, es el sufrimiento ocasionado por la renuncia, esa falta de aceptación al dolor que se debe soportar, resignación que logra alcanzar la virtud. En el hablar trivial de la conversación cotidiana, quien ha «sufrido mucho» parece merecer un respeto mucho mayor que quien ha gozado mucho. El que ha conseguido la resignación cree responder al lema de la sabiduría trágica clásica, páthei mathós -aprende sufriendo-, revela que toda esta valoración positiva del dolor no es sólo un asunto cristiano, sino profundamente griego, aunque al final terminemos tropezándonos con la doctrina del pecado original, y por tanto, una vez más con la idea de una culpa que podemos y debemos corregir que nos ha hecho merecedores de dicho sufrimiento .Son abstracciones que influyen y condicionan muchos de los aspectos prácticos, incluidos los médicos, el tratamiento del dolor, las relaciones tanto individuales como en las instituciones.
el dolor no tiene ninguna dignidad, no merece ningún respeto en cuanto tal, es sólo algo que sucede, y en cuanto es siempre además un suceder que no deseamos (a diferencia del suceder que esperamos y deseamos, el placer, el logro, etcétera), es puro accidente, en el más amplio sentido del término, es el evento (schlechthin), puro y simple. Devenir Frente al que no podemos hacer nada razonable aparte de tratar de eliminarlo. El único dolor digno de respeto es el dolor del otro, lo mismo que la muerte del otro. Dolor que se nos impone como una potencia que debemos aceptar sin pretender entender, es paradójico pues, en el dolor se reconoce al amigo, el dolor nos «perfecciona», ya que se aprende sufriendo, y quien sufre o ha sufrido merece respeto, además y sobre todo por eso La lucha contra el dolor o, lo que es lo mismo, la búsqueda de la felicidad tiene un solo límite, el de la solidaridad con los demás y la aceptación de la propia finitud que manda no ceder a la hybris, a la arrogancia de quien se erige a sí mismo en absoluto.
La aceptación nos llama a dirigirnos en palabras de Nishitani a la dimensión en la cual las cosas se manifiestan tal como son, armonizar con la mismidad (en el Filosofo japonés dicho concepto es el punto de vista ontológico-epistemológico en que las cosas son para sí mismas.ejemplo para nosotros (o para otros) el agua moja. Pero “en sí misma” el agua no (se) moja (a sí misma). Y el ojo puede ver a otro u otra cosa, pero no se ve a sí mismo), es un aprender –narau- en japonés, contiene el sentido de imitar algo, esfuerzo o impulso a situarse esencialmente en el mismo modo de ser que la cosa, de la que.quiere aprender, Es lo que Nishitani, siguiendo al gran maestro Zen de la antigüedad, Dogen (1200-1253), denomina el estado del “cuerpo-mente caído”. Supone la liberación del apego cuerpo-mente. Es el rostro original de la mente flexible.
Y comenta Nishitani: “La ‘Existenz’ referida como ‘dejar caer cuerpo-mente, cuerpo-mente caído’ implica la apertura infinita del campo donde todas las cosas son en sí individualmente. O, dicho de otra manera, la totalidad de las cosas individuales están reunidas para formar un único y mismo mundo. Es el lugar que hace a todas las cosas “ser en el mundo” Llegamos así, pues, a un mundo que es tal, no por ser una acumulación de entes individuales, sino por estar más allá (o más acá) de ellos, porque son interrelación en una totalidad, comprensible sólo en y desde una intuición iluminadora (‘shōken’), expresión que aparece en el Sutra del Corazón.
Lo cual supone aceptar el modo de ser elemental de las cosas, En su propio fundamento originario el que nos habla que la cosa es en si misma como es, apareciendo sin anverso ni reverso. Nishitani afirma la posibilidad de usar el termino usado por los antiguos “el centro” ya que es un termino que parece subrayar el rasgo distintivo del modo de ser de las cosas mismas, “todas las cosas tienen sustento en si mismas” afirma Cheng Hao fundador del neoconfusionismo Sung y dicho sustento esta en el campo de sunyata, campo de la gran afirmación, ya que en el no se sostiene simplemente que las cosas y el yo son vacíos, ya que si así fuera no seria sino una pura nihilidad. No se trata pues de que el yo sea vacío, sino de que la vacuidad es el yo; no se trata de que las cosas sean vacío sino de que la vacuidad es la cosas.” Un pájaro vuela y es como un pájaro; un pez nada y es como un pez”.la mismidad del pájaro volador es su vuelo consiste en ser como un pájaro; el aspecto del pájaro volador y el pez nadador no es otra cosa que su verdadera mismidad.
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos le consideraban afortunado porque tenia un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarlo por aquella grave pérdida: "¡Qué mala suerte has tenido!". La respuesta del granjero fue un sencillo "puede ser".
Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas.
Enterados los aldeanos acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: "puede ser".
Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero está lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte; pero el padre respondió otra vez: "puede ser".Dicho puede ser apunta a la relación en la que todas las cosas son señoras y siervas unas de otras, todas las cosas son en el mundo tal como son y así piden ser aceptadas.
“Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y a las lluvias de la vida y tendrá una oportunidad” Nisargadatta
Conocer el origen es ser el origen. Cuando se entiende al igual que el granjero que no se es la persona sino el testigo puro y calmo del acontecer y que dicha Conciencia sin temor es su verdadero ser, usted es el Ser.Ser desplegado en profunda aceptación“simplemente sea y vea. Pues hablamos de un “sólo ser”, que es un ser a la escucha, atento, lúcido, despierto: un Ser/Conciencia, Ser de aceptación.
Eso que somos no es algo que haya que lograr o adquirir, sino lo que queda cuando se elimina la ficción superpuesta de individuo particular y único. Por eso, el primer paso de esta reducción progresiva a lo esencial -a lo somos, a lo que es- a ese ser de aceptación es la toma de conciencia, la actitud alerta que asume ante lo que el ego considera su supuesta autonomía y capacidad de autodeterminación que es, en gran medida, condicionamiento, hipnosis y mecanicismo, ya que la auto-vivencia limitada del yo, es de naturaleza estrictamente mental; y también lo es la imagen de la realidad exterior que dicha auto-vivencia mental determina. El yo se mueve usualmente en el recuadro cerrado de sus creencias sobre sí y sobre “la realidad” el yo esta siempre en el empeño de un llegar-a-ser-algo. Su turbina es la dualidad mental determinada por la distancia entre lo que cree ser y lo que, supuestamente, debería llegar a ser. Incluso en un ego relativamente satisfecho de sí, simplemente el sostenimiento en el tiempo, de lo que cree ser ya lo encadena al “llegar-a-ser”y el terror por perder lo que cree ser. La actividad -externa o interna- es la forma de volcarse en un vértigo enajenante que, encadenando mentalmente el pasado con el futuro que le protege de la amenaza de lo real: del aquí y del ahora. Pues, como ya señalamos, el ego y el ahora se excluyen.El ego ha definido ya lo que le hará feliz o infeliz, lo que le hará sentirse pleno o insatisfecho, lo que le hará sentirse ser o no ser. Olvidando su condición de ser como aceptación.
Cuando el yo se vivencia, no desde su realidad, sino desde la idea que tiene de sí, su acción pasa a ser valorativa, se sustenta en juicios duales: considera negativo todo lo que traspase o cuestione esa idea y positivo todo lo que la confirme y afiance. El yo objetiva su plenitud. La objetiva en estados, personas, objetos y situaciones específicas. Salvo en escasos momentos de auto-olvido desconocerá lo que es su naturaleza esencial: la plenitud inmotivada y sin porqué La serenidad no es, pues, propiamente, el efecto de una renuncia, sino de una aceptación de la Plenitud supraobjetiva que ya somos y en la que Todo ya es.
Habitar en la impredecibilidad del ahora. Es dejar de “calcular”, de remitir constantemente lo que es al pasado y al futuro No para excusar con ello toda evasión de la responsabilidad, sino para saber que toda planificación responsable, toda referencia a un antes y a un después y todo cálculo son, siempre, en el seno sin fondo, sin referencias y sin límites del ahora un sin fundamento: lo único que es. En ese equilibrio contemplativo hay una “serena, amorosa y compasiva indiferencia”, una “indiferencia envuelta en paz, en compasión y en alegría”, porque es una indiferencia que en realidad es desapego. : En palabras de Consuelo martin “Sin esa indiferencia, que nadie me hable de amor, porque son sólo emociones. O amo a todos, o no amo a nadie. Desde ese punto de equilibrio no amo a “nadie” como objeto, como apariencia, y amo a “todo”, porque amo la esencia de todo, y ni una brizna de hierba ni un pelo del cabello queda fuera de ese amor”. Uno no puede hacer nada desde la persona. Sólo contemplar, abrir las ventanas y ponerse ahí, en silencio, sabiendo que la Luz que somos, el Equilibrio que somos y que fuimos siempre, está simplemente esperando manifestarse. Vivimos para contemplar los Valores: Belleza, Verdad, Amor… para que esos valores se manifiesten. Cuando arroba el deseo, debo rastrear por qué está ahí, en la superficie de la conciencia y como se expresa, debo estar atento a el.
En la no acción esta la aceptación.
“El sabio que se ha puesto encima de sí mismo, reposa cuando corre, actúa cuando contempla” (Angelo Silesio, Peregrino Querubínico, V. 364.)
“Aquel que encuentra la inacción en la acción y la acción en la inacción es un sabio entre los hombres”. (BG IV, 18.).
La invitación a “sólo ser” (a no hacer nada) no es una invitación a la inacción. La acción es inevitable, es intrínseca al mundo manifestado: “El hombre no puede estar inactivo ni por un momento.De lo que se trata en el sentido de una invitación a “sólo ser” es de sustituir la acción condicionada, excéntrica y dual, que tiene su impuso y finalidad fuera de sí misma, acción del yo limitado y separado, que nace del deseo o del temor, de la conciencia de incompletud, atada al tiempo, en la que hay distinción entre el actor, la acción y lo actuado, por otro tipo de acción, que trasciende tanto la actividad como su opuesto: el reposo, y que, por su diferencia esencial con respecto a lo que se entiende ordinariamente por “acción”, merece en Oriente el calificativo de “no-acción”.
La no-acción” es posible: cuando se ha identificado en si a “el Ser sin nombre donde no hay deseos. Y cuya ausencia trae la paz “; Así el trabajo es comprendido como: Una acción no excéntrica. Es “sin porqué”: afirma Nisargadatta (en I.A.T., p. 90; Y.s.e., p. 174.). Una cosa que vale la pena contiene su propio propósito y significado. No convierta nada en un medio para lograr otra cosa. No limite.O, en palabras de Eckhart (en Tratados y Sermones, p. 307) “El justo no intenta [conseguir] nada con sus obras; pues, quienes intentan [conseguir] algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios…., si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas”.
El trabajo debe ser una acción no-dual, porque no es acción de un “yo” (no hay distinción entre la acción, el yo que actúa y lo actuado). Es una acción que no lleva el sello de la personalidad. Mas el hombre, engañado por la ilusión del ‘yo’ piensa en el trabajo y se dice: ‘yo soy el hacedor’. A sabiendas que, sin pretender ser el hacedor de la naturaleza, la naturaleza es trabajo. El trabajo suele ser percibido como una actividad basada en el ansia de poder y gozar, en el deseo y el miedo al dolor y a la aniquilación. El trabajo es para el zen: “acción desinteresada”realización de la vocación propia, de la acción que compete a cada cual en función de sus circunstancias y de su naturaleza individual, sin móviles individuales y sin apego a los resultados. “Realiza tus acciones con pureza, libre de la esclavitud del deseo” “El que está satisfecho con lo que la vida le depara, pues está más allá de los opuestos de este mundo, libre de envidia y ecuánime tanto en el éxito como en el fracaso, aunque actúe no se esclaviza a sus actos” (BG IV, 20. IV, 22) El yo que ha muerto a sí mismo en tanto que personalidad separada, el que ha soltado su voluntad
Individual y limitada y ha cifrado su identidad en su Sí Mismo, en la raíz de su Ser (
Absoluta completud, carente, por ello, de todo movimiento y anhelo) y no en sus vehículos limitados (su cuerpo y su psique-sus cinco agregados), atestigua el movimiento y la actividad de sus vehículos de expresión (en este sentido, interviene en la acción), pero no es arrastrado por dicho movimiento ni limitado por sus obras (en este sentido no actúa).
“Uno debe aprender a estar [interiormente] libre en plena actividad” (Eckhart Tratados y Sermones, p. 136.).
“Igual que un cristal no es manchado por lo que se refleja en él, así un conocedor de la verdad no es realmente afectado por el resultado de sus actos”. (Yoga VAFISTHA SARA, III, 8.).
Un trabajo entendido como no-acción libera, la acción por sí sola no libera; pero la “no-acción”, la acción que ya no es medio sino fin en sí y adquiere por ello la cualidad del conocimiento, conduce ineludiblemente a la liberación; de hecho, esta es la única acción posible para el liberado, trabajo del que se ha soltado, Es importante evitar el común malentendido, que esta acción desinteresada o Pura está lejos de ser una acción ciega, que lo decisivo no sean las intenciones individuales no significa despreciar las condiciones objetivas de la acción con miras a facilitar su relativa eficacia. De hecho, la objetividad y ecuanimidad, la libertad interior del que abandona toda subordinación a resultados particulares, garantiza la capacidad de atención total a las condiciones requeridas por una determinada situación; y por ello, la respuesta activa adecuada brotará sin distorsión ni obstáculo y será máximamente eficaz. La identificación de trabajo como no “no-acción”, como “wu wei” en el Tao alude, al igual que en el contexto índico, a que el origen de esta acción y su término es -en virtud de que nace del desinterés personal y del desapego- la quietud del Ser. El sabio mueve sin ser movido, sin perder su imperturbabilidad, sin quedar atado a sus acciones. Permanece en el centro inmutable donde nace todo el movimiento; como la mano inmóvil que sostiene el péndulo sin participar de su movimiento. Y porque nada busca obtener, se hace uno con el corazón de las cosas y nada se le resiste. “La ira del que no se ha airado, es ira que brota sin ira. La obra del que obra sin obrar es una obra que nace del no obrar”. (Chuang-Tzu, c. 13, 17.)En palabras del Maestro Eckhart: “El hombre exterior puede actuar y, sin embargo, el hombre interior se mantiene completamente libre de ello e inmóvil (Tratados y Sermones, pp. 247 y 248.)Este es el sentido de la no-acción en el contexto de la aceptación
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