Observé al girasol maduro que había crecido frente a mi en pocos días ya no giraba, sino que, manteniéndose erguido, inclinaba su gran cabeza hacia la tierra. Cuando el sol se hacia canicular. Al contemplarlo, su aspecto sugería una profunda humildad y una entrega total.
Esa bella flor era en ese momento una gran lección, me estaba dando la respuesta. No se trataba de hacer algo, sino de dejar de hacer, rendirse aquí y ahora.en señal de aceptación .Cuando vivimos identificados con un cuerpo y una mente determinados, nos dejamos atrapar por el absorbente influjo de su sensación de identidad separada, automáticamente, intentamos reordenar el mundo que nos rodea en función de nuestros deseos y de nuestros miedos. Hacemos de nuestro ego el centro del mundo y desde ahí, nos enfrentamos al entorno con temor o con apego, según lo percibamos como una peligrosa amenaza para nuestra seguridad o como una atractiva forma para satisfacer nuestros anhelos. Cosa distinta parece ser la actitud que asumió Hakuin, este maestro zen nacido de en una familia de plebeyos en el este de Japón en 1689 .fue muy respetado, mucha gente acudía a él en busca de sus enseñanzas. En cierta ocasión la hija adolescente de su vecino quedó embarazada. Interrogada por sus indignados y rígidos padres acerca de la identidad del padre, acabó señalándoles que era Hakuin, el maestro zen. Furibundos los padres corrieron a ver a Hakuin y le expresaron a gritos la acusación que su hija había confesado que él era el padre. Lo único que respondió Hakuin fue "¿Ah, sí?".
La noticia del escándalo se difundió por toda la ciudad y fuera de ella. El maestro perdió su reputación, pero esto no le preocupó, aunque Ya nadie iba a verlo. Permaneció inconmovible. Cuando nació el niño, los padres se lo llevaron a Hakuin afirmando: "Tú eres el padre de la criatura, así que cuida de él." El maestro cuidó al bebé con cariño. Un año después, la madre, llena de arrepentimientos, confesó a sus padres que el verdadero padre del niño era el joven que trabajaba en la carnicería. Angustiados, corrieron a ver a Hakuin para disculparse y pedirle perdón. "Lo lamentamos. Venimos a llevarnos al niño. Nuestra hija ha confesado que tú no eres el padre". "¿Ah,sí?", se limitó a comentar Hakuin mientras les entregaba el niño.
El maestro responde a la falsedad y a la verdad, a las malas noticias y a las buenas, exactamente de la misma manera: "¿Ah, sí?". Esto es lo que permite que la forma del momento, buena o mala, sea como es, de la misma manera que el girasol lo hacia ante un ardiente sol, de ese modo su actitud no lo convirtió en un participante en el drama humano. Para él solo existía el momento presente, y este era como era. Los sucesos no están personalizados. Él no era la víctima de nadie ya que estaba en comunión completa con lo que ocurría, pues lo que ocurrió no tenía poder sobre él.
Solo el resistirse a lo que ocurre, lo coloca a merced de lo que ocurre, y el mundo determina tu felicidad e infelicidad.El bebé es cuidado con cariño. Lo malo se transforma en bueno por el poder de la no resistencia. Respondiendo siempre a lo que requiere el momento presente, entrega al niño cuando llega el momento de hacerlo.
Este cuento zen al igual a la imagen del girasol nos enseña a tomar la vida como viene. Con ecuanimidad, sin juzgar y aceptando todo tal como es. Si fluimos con la vida y asumimos lo que nos impone cada situación sin resistirnos, sin identificarnos, entonces seremos verdaderamente libres, sin sufrimiento ni infelicidad.
Aceptar humilde y orgullosamente lo que somos y buscar la universalidad en el camino se vincula con la característica, de la verdadera serenidad. No se trata de la simple aceptación pasiva y apocada del hombre de poca aspiración o pobre de espíritu, ni tampoco de una presuntuosa supravaloración del yo del arrogante del hombre de negocios.
Unir los dos adverbios contrarios “humilde y orgullosamente”.busca traslapar la humildad que esta en aceptarse por lo que se es; con el orgullo que da impulso a ese permanente intento por conocerse. “Cuando la Aceptación llega, elimina toda contradicción, y entonces hay sosiego. No el sosiego momentáneo que sientes cuando consigues lo que deseas, y tampoco el letargo del olvido; más bien es la serenidad que hay en el centro del ciclón, en el ojo del huracán
Vivimos en un mundo donde las apariencias y la realidad son diferentes, y donde el dolor es lo que nos permite pasar «de aquí a allí», según el decir platónico. La tradición prefiere el término ascesis al de dolor, pero la sustancia, parece no variar. La ascesis, sobre todo en el sentido que la palabra adquirió con el cristianismo, es el sufrimiento ocasionado por la renuncia, esa falta de aceptación al dolor que se debe soportar, resignación que logra alcanzar la virtud. En el hablar trivial de la conversación cotidiana, quien ha «sufrido mucho» parece merecer un respeto mucho mayor que quien ha gozado mucho. El que ha conseguido la resignación cree responder al lema de la sabiduría trágica clásica, páthei mathós -aprende sufriendo-, revela que toda esta valoración positiva del dolor no es sólo un asunto cristiano, sino profundamente griego, aunque al final terminemos tropezándonos con la doctrina del pecado original, y por tanto, una vez más con la idea de una culpa que podemos y debemos corregir que nos ha hecho merecedores de dicho sufrimiento .Son abstracciones que influyen y condicionan muchos de los aspectos prácticos, incluidos los médicos, el tratamiento del dolor, las relaciones tanto individuales como en las instituciones.
el dolor no tiene ninguna dignidad, no merece ningún respeto en cuanto tal, es sólo algo que sucede, y en cuanto es siempre además un suceder que no deseamos (a diferencia del suceder que esperamos y deseamos, el placer, el logro, etcétera), es puro accidente, en el más amplio sentido del término, es el evento (schlechthin), puro y simple. Devenir Frente al que no podemos hacer nada razonable aparte de tratar de eliminarlo. El único dolor digno de respeto es el dolor del otro, lo mismo que la muerte del otro. Dolor que se nos impone como una potencia que debemos aceptar sin pretender entender, es paradójico pues, en el dolor se reconoce al amigo, el dolor nos «perfecciona», ya que se aprende sufriendo, y quien sufre o ha sufrido merece respeto, además y sobre todo por eso La lucha contra el dolor o, lo que es lo mismo, la búsqueda de la felicidad tiene un solo límite, el de la solidaridad con los demás y la aceptación de la propia finitud que manda no ceder a la hybris, a la arrogancia de quien se erige a sí mismo en absoluto.
La aceptación nos llama a dirigirnos en palabras de Nishitani a la dimensión en la cual las cosas se manifiestan tal como son, armonizar con la mismidad (en el Filosofo japonés dicho concepto es el punto de vista ontológico-epistemológico en que las cosas son para sí mismas.ejemplo para nosotros (o para otros) el agua moja. Pero “en sí misma” el agua no (se) moja (a sí misma). Y el ojo puede ver a otro u otra cosa, pero no se ve a sí mismo), es un aprender –narau- en japonés, contiene el sentido de imitar algo, esfuerzo o impulso a situarse esencialmente en el mismo modo de ser que la cosa, de la que.quiere aprender, Es lo que Nishitani, siguiendo al gran maestro Zen de la antigüedad, Dogen (1200-1253), denomina el estado del “cuerpo-mente caído”. Supone la liberación del apego cuerpo-mente. Es el rostro original de la mente flexible.
Y comenta Nishitani: “La ‘Existenz’ referida como ‘dejar caer cuerpo-mente, cuerpo-mente caído’ implica la apertura infinita del campo donde todas las cosas son en sí individualmente. O, dicho de otra manera, la totalidad de las cosas individuales están reunidas para formar un único y mismo mundo. Es el lugar que hace a todas las cosas “ser en el mundo” Llegamos así, pues, a un mundo que es tal, no por ser una acumulación de entes individuales, sino por estar más allá (o más acá) de ellos, porque son interrelación en una totalidad, comprensible sólo en y desde una intuición iluminadora (‘shōken’), expresión que aparece en el Sutra del Corazón.
Lo cual supone aceptar el modo de ser elemental de las cosas, En su propio fundamento originario el que nos habla que la cosa es en si misma como es, apareciendo sin anverso ni reverso. Nishitani afirma la posibilidad de usar el termino usado por los antiguos “el centro” ya que es un termino que parece subrayar el rasgo distintivo del modo de ser de las cosas mismas, “todas las cosas tienen sustento en si mismas” afirma Cheng Hao fundador del neoconfusionismo Sung y dicho sustento esta en el campo de sunyata, campo de la gran afirmación, ya que en el no se sostiene simplemente que las cosas y el yo son vacíos, ya que si así fuera no seria sino una pura nihilidad. No se trata pues de que el yo sea vacío, sino de que la vacuidad es el yo; no se trata de que las cosas sean vacío sino de que la vacuidad es la cosas.” Un pájaro vuela y es como un pájaro; un pez nada y es como un pez”.la mismidad del pájaro volador es su vuelo consiste en ser como un pájaro; el aspecto del pájaro volador y el pez nadador no es otra cosa que su verdadera mismidad.
Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos le consideraban afortunado porque tenia un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche, los vecinos fueron a consolarlo por aquella grave pérdida: "¡Qué mala suerte has tenido!". La respuesta del granjero fue un sencillo "puede ser".
Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas.
Enterados los aldeanos acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: "puede ser".
Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero está lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte; pero el padre respondió otra vez: "puede ser".Dicho puede ser apunta a la relación en la que todas las cosas son señoras y siervas unas de otras, todas las cosas son en el mundo tal como son y así piden ser aceptadas.
“Olvide sus experiencias pasadas y sus logros, quédese desnudo, expuesto a los vientos y a las lluvias de la vida y tendrá una oportunidad” Nisargadatta
Conocer el origen es ser el origen. Cuando se entiende al igual que el granjero que no se es la persona sino el testigo puro y calmo del acontecer y que dicha Conciencia sin temor es su verdadero ser, usted es el Ser.Ser desplegado en profunda aceptación“simplemente sea y vea. Pues hablamos de un “sólo ser”, que es un ser a la escucha, atento, lúcido, despierto: un Ser/Conciencia, Ser de aceptación.
Eso que somos no es algo que haya que lograr o adquirir, sino lo que queda cuando se elimina la ficción superpuesta de individuo particular y único. Por eso, el primer paso de esta reducción progresiva a lo esencial -a lo somos, a lo que es- a ese ser de aceptación es la toma de conciencia, la actitud alerta que asume ante lo que el ego considera su supuesta autonomía y capacidad de autodeterminación que es, en gran medida, condicionamiento, hipnosis y mecanicismo, ya que la auto-vivencia limitada del yo, es de naturaleza estrictamente mental; y también lo es la imagen de la realidad exterior que dicha auto-vivencia mental determina. El yo se mueve usualmente en el recuadro cerrado de sus creencias sobre sí y sobre “la realidad” el yo esta siempre en el empeño de un llegar-a-ser-algo. Su turbina es la dualidad mental determinada por la distancia entre lo que cree ser y lo que, supuestamente, debería llegar a ser. Incluso en un ego relativamente satisfecho de sí, simplemente el sostenimiento en el tiempo, de lo que cree ser ya lo encadena al “llegar-a-ser”y el terror por perder lo que cree ser. La actividad -externa o interna- es la forma de volcarse en un vértigo enajenante que, encadenando mentalmente el pasado con el futuro que le protege de la amenaza de lo real: del aquí y del ahora. Pues, como ya señalamos, el ego y el ahora se excluyen.El ego ha definido ya lo que le hará feliz o infeliz, lo que le hará sentirse pleno o insatisfecho, lo que le hará sentirse ser o no ser. Olvidando su condición de ser como aceptación.
Cuando el yo se vivencia, no desde su realidad, sino desde la idea que tiene de sí, su acción pasa a ser valorativa, se sustenta en juicios duales: considera negativo todo lo que traspase o cuestione esa idea y positivo todo lo que la confirme y afiance. El yo objetiva su plenitud. La objetiva en estados, personas, objetos y situaciones específicas. Salvo en escasos momentos de auto-olvido desconocerá lo que es su naturaleza esencial: la plenitud inmotivada y sin porqué La serenidad no es, pues, propiamente, el efecto de una renuncia, sino de una aceptación de la Plenitud supraobjetiva que ya somos y en la que Todo ya es.
Habitar en la impredecibilidad del ahora. Es dejar de “calcular”, de remitir constantemente lo que es al pasado y al futuro No para excusar con ello toda evasión de la responsabilidad, sino para saber que toda planificación responsable, toda referencia a un antes y a un después y todo cálculo son, siempre, en el seno sin fondo, sin referencias y sin límites del ahora un sin fundamento: lo único que es. En ese equilibrio contemplativo hay una “serena, amorosa y compasiva indiferencia”, una “indiferencia envuelta en paz, en compasión y en alegría”, porque es una indiferencia que en realidad es desapego. : En palabras de Consuelo martin “Sin esa indiferencia, que nadie me hable de amor, porque son sólo emociones. O amo a todos, o no amo a nadie. Desde ese punto de equilibrio no amo a “nadie” como objeto, como apariencia, y amo a “todo”, porque amo la esencia de todo, y ni una brizna de hierba ni un pelo del cabello queda fuera de ese amor”. Uno no puede hacer nada desde la persona. Sólo contemplar, abrir las ventanas y ponerse ahí, en silencio, sabiendo que la Luz que somos, el Equilibrio que somos y que fuimos siempre, está simplemente esperando manifestarse. Vivimos para contemplar los Valores: Belleza, Verdad, Amor… para que esos valores se manifiesten. Cuando arroba el deseo, debo rastrear por qué está ahí, en la superficie de la conciencia y como se expresa, debo estar atento a el.
En la no acción esta la aceptación.
“El sabio que se ha puesto encima de sí mismo, reposa cuando corre, actúa cuando contempla” (Angelo Silesio, Peregrino Querubínico, V. 364.)
“Aquel que encuentra la inacción en la acción y la acción en la inacción es un sabio entre los hombres”. (BG IV, 18.).
La invitación a “sólo ser” (a no hacer nada) no es una invitación a la inacción. La acción es inevitable, es intrínseca al mundo manifestado: “El hombre no puede estar inactivo ni por un momento.De lo que se trata en el sentido de una invitación a “sólo ser” es de sustituir la acción condicionada, excéntrica y dual, que tiene su impuso y finalidad fuera de sí misma, acción del yo limitado y separado, que nace del deseo o del temor, de la conciencia de incompletud, atada al tiempo, en la que hay distinción entre el actor, la acción y lo actuado, por otro tipo de acción, que trasciende tanto la actividad como su opuesto: el reposo, y que, por su diferencia esencial con respecto a lo que se entiende ordinariamente por “acción”, merece en Oriente el calificativo de “no-acción”.
La no-acción” es posible: cuando se ha identificado en si a “el Ser sin nombre donde no hay deseos. Y cuya ausencia trae la paz “; Así el trabajo es comprendido como: Una acción no excéntrica. Es “sin porqué”: afirma Nisargadatta (en I.A.T., p. 90; Y.s.e., p. 174.). Una cosa que vale la pena contiene su propio propósito y significado. No convierta nada en un medio para lograr otra cosa. No limite.O, en palabras de Eckhart (en Tratados y Sermones, p. 307) “El justo no intenta [conseguir] nada con sus obras; pues, quienes intentan [conseguir] algo con sus obras o también aquellos que obran a causa de un porqué, son siervos y mercenarios…., si quieres vivir y aspiras a que vivan tus obras, debes estar muerto y aniquilado para todas las cosas”.
El trabajo debe ser una acción no-dual, porque no es acción de un “yo” (no hay distinción entre la acción, el yo que actúa y lo actuado). Es una acción que no lleva el sello de la personalidad. Mas el hombre, engañado por la ilusión del ‘yo’ piensa en el trabajo y se dice: ‘yo soy el hacedor’. A sabiendas que, sin pretender ser el hacedor de la naturaleza, la naturaleza es trabajo. El trabajo suele ser percibido como una actividad basada en el ansia de poder y gozar, en el deseo y el miedo al dolor y a la aniquilación. El trabajo es para el zen: “acción desinteresada”realización de la vocación propia, de la acción que compete a cada cual en función de sus circunstancias y de su naturaleza individual, sin móviles individuales y sin apego a los resultados. “Realiza tus acciones con pureza, libre de la esclavitud del deseo” “El que está satisfecho con lo que la vida le depara, pues está más allá de los opuestos de este mundo, libre de envidia y ecuánime tanto en el éxito como en el fracaso, aunque actúe no se esclaviza a sus actos” (BG IV, 20. IV, 22) El yo que ha muerto a sí mismo en tanto que personalidad separada, el que ha soltado su voluntad
Individual y limitada y ha cifrado su identidad en su Sí Mismo, en la raíz de su Ser (
Absoluta completud, carente, por ello, de todo movimiento y anhelo) y no en sus vehículos limitados (su cuerpo y su psique-sus cinco agregados), atestigua el movimiento y la actividad de sus vehículos de expresión (en este sentido, interviene en la acción), pero no es arrastrado por dicho movimiento ni limitado por sus obras (en este sentido no actúa).
“Uno debe aprender a estar [interiormente] libre en plena actividad” (Eckhart Tratados y Sermones, p. 136.).
“Igual que un cristal no es manchado por lo que se refleja en él, así un conocedor de la verdad no es realmente afectado por el resultado de sus actos”. (Yoga VAFISTHA SARA, III, 8.).
Un trabajo entendido como no-acción libera, la acción por sí sola no libera; pero la “no-acción”, la acción que ya no es medio sino fin en sí y adquiere por ello la cualidad del conocimiento, conduce ineludiblemente a la liberación; de hecho, esta es la única acción posible para el liberado, trabajo del que se ha soltado, Es importante evitar el común malentendido, que esta acción desinteresada o Pura está lejos de ser una acción ciega, que lo decisivo no sean las intenciones individuales no significa despreciar las condiciones objetivas de la acción con miras a facilitar su relativa eficacia. De hecho, la objetividad y ecuanimidad, la libertad interior del que abandona toda subordinación a resultados particulares, garantiza la capacidad de atención total a las condiciones requeridas por una determinada situación; y por ello, la respuesta activa adecuada brotará sin distorsión ni obstáculo y será máximamente eficaz. La identificación de trabajo como no “no-acción”, como “wu wei” en el Tao alude, al igual que en el contexto índico, a que el origen de esta acción y su término es -en virtud de que nace del desinterés personal y del desapego- la quietud del Ser. El sabio mueve sin ser movido, sin perder su imperturbabilidad, sin quedar atado a sus acciones. Permanece en el centro inmutable donde nace todo el movimiento; como la mano inmóvil que sostiene el péndulo sin participar de su movimiento. Y porque nada busca obtener, se hace uno con el corazón de las cosas y nada se le resiste. “La ira del que no se ha airado, es ira que brota sin ira. La obra del que obra sin obrar es una obra que nace del no obrar”. (Chuang-Tzu, c. 13, 17.)En palabras del Maestro Eckhart: “El hombre exterior puede actuar y, sin embargo, el hombre interior se mantiene completamente libre de ello e inmóvil (Tratados y Sermones, pp. 247 y 248.)Este es el sentido de la no-acción en el contexto de la aceptación
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