Entre las experiencias más poderosas que he tenido el privilegio de realizar en el zen y que han sido profundamente transformadoras en mi vida, son los períodos de entrenamiento formal de tres meses (Ango). Ango significa literalmente “morar en paz.” Durante los 90 días de confinamiento, los monjes deben olvidar sus puntos de vista personales sobre lo que debería ser o no ser la práctica y dedicarse a cumplir sus funciones con presencia plena, sabiendo que cada acto afecta a toda la comunidad. Ya no se practica para beneficio personal sino para contribuir con sus actividades al ritmo armónico de la comunidad. Todos practican como un solo organismo en lugar de cada uno por su lado.
Algunas personas creen que con sentarse en silencio frente a un muro en la postura de piernas cruzadas es suficiente y que no necesitan ni estudio ni enseñanzas y creen que con alquilar un cojín en un Zendo basta. Pero si sentarse fuera suficiente, todos los sapos serían iluminados. El maestro Dōgen dice: “Es importante recibir instrucción de un maestro mientras se practica el Dharma de Buda. Nunca usen sus propias ideas como fundamento.” Es gracias a las enseñanzas del Buddha y de los maestros que podemos modificar los viejos hábitos y tener la actitud justa durante zazén: soltar todo lo que aparece en la mente y confiar todo a la postura de zazén. Dōgen dijo, “Aun no has alcanzado la Vía, porque todavía te aferras a tus opiniones personales.” Nuestras propias ideas y aferrarnos a ellas es lo único que nos separa de la realización.”
Comprendo que para muchas personas es difícil asistir a zazén con regularidad. Los horarios, el tráfico, el clima, los compromisos laborales o familiares, etc. Pero es importante entender que las limitaciones no deben ser un impedimento. Personalmente creo que en la vida los problemas son el verdadero abono para crecer como seres humanos. En lugar de verlos como obstáculos insalvables podemos apoyarnos en ellos para dar el salto y avanzar. Es precisamente tras comprender nuestra condición de seres impermanentes viviendo en la ignorancia que podemos “hacer surgir en nosotros la mente que aspira al despertar” (Hotsu Bodaishin), la motivación fundamental sin la cual no es posible practicar la vía. Comprendo que es fácil recaer en los viejos hábitos del ego y me siento motivado para buscar los recursos que ayuden a los practicantes a continuar a pesar de las dificultades, a seguir y dar el salto de una práctica egoísta a la actualización de la mente de Buda.
Cuando el maestro Dōgen regreso de China en 1227 hizo el voto de propagar el Dharma y liberar a los seres. Su ejemplo me ha motivado a crear las condiciones para que otras personas puedan encontrar en el zen un camino de liberación del sufrimiento, ofreciendo una práctica tradicional y la continuación de una enseñanza de corazón a corazón a través del linaje que Dōgen transmitió en Japón y que recibí de mi maestro, Okumura Rōshi.
Además de zazén, existen muchas otras maneras para contribuir al desarrollo de la misión. Con la ayuda de todos podremos crear un faro desde donde, con la luz del Dharma, ofrezcamos una posibilidad concreta para modificar la manera como nos relacionamos con la vida. Transformar la sociedad desde nuestra propia transformación. En el camino del Bodhisattva están contempladas las paramitas o sabidurías, como herramientas para ayudar a otros a alcanzar la paz y la felicidad en medio del caos y florecer como Lotos con las raíces enterradas en el lodo del mundo. Paramita significa literalmente “hacia la otra orilla,” la orilla del nirvana. El budismo contempla diez:
1. Dāna: generosidad
2. Sīla: virtud, moralidad, honestidad, conducta apropiada
3. Nekkhamma: renuncia
4. Prajñā: sabiduría
5. Viriya: energía, esfuerzo
6. Kshanti: paciencia, tolerancia, receptividad
7. Sacca: sinceridad
8. Adhitthana: determinación, resolución
9. Mettā: bondad, amabilidad
10. Upekkhā: ecuanimidad, serenidad
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